No sé por qué me ha dado por pensar estos días en algunas actrices españoles que nunca ganaron el Oscar y muy probablemente ya nunca lo tendrán. Y desde luego no voy a hacer una lista, ni siquiera un repaso a mis actrices favoritas.
Simplemente me dio por pensar en lo aleatorio y casual que es el asunto este de los premios. Por no hablar del asunto suerte y el estar en el momento adecuado en el sitio justo. (A veces para ganarlos hay que presentarse y eso ya descarta a mucha gente). Y al hilo de este tonto pensamiento me acordé de algunas veces en que alguna actriz española me hizo sentir que estaba ante un pedazo de mujer.
Me pasó con Nuria Espert la primera vez que la vi en el teatro. Fue en un Lorca y yo que debía de andar en la posadolescencia ni parpadeaba. Jamás he tenido tentación de subirme a un escenario (por una parte la timidez y por otra el vértigo) pero aquel día hubiera dado algo por decir así aquella ‘Doña Rosita’. Incluso por llevar ese traje, enaguas y sombrilla incluidas. He seguido a esta mujer que no se ha conformado con vivir de las rentas y se ha arriesgado a dirigir teatro y ópera y aportar al sunto no ya sus dotes como actriz sino su formación intelectual. La cámara también la quiere.
Después me acordé de Marisa Paredes. La Paredes era una de esas actrices desaprovechadas hasta que se hizo cargo de ella Pedro Almodóvar (ocurrió en más casos). Y la metió en un arriesgado y poco valorado papel en una de sus películas menos comentadas: ‘La flor de mi secreto’, un filme con el que el director manchego demostró su manejo del melodrama. La vi en esa película y me tiene en el club de fans para siempre, aunque ya antes la había devuelto a una vida cinematográfica que nunca había abandonado pero en la que pasaba más o menos sin pena ni gloria.
Y no sé por qué me acuerdo ahora de Lola Gaos, una actriz que de niña me daba miedo, con ese vozarrón y ese físico tan peculiar, y de mayor me producía una intensa curiosidad. Y cuya carrera también pegó un giro distinto a raíz de ‘Furtivos’ no sólo un hito en su trayectoria sino también en la de su director, José Luis Borau.
Y Silvia Munt. A la que descubrí en esa Colometa que tanta altura daba a una serie de televisión y que como directora hizo un hermoso retrato de Gala Dalí. Hay otras actrices por supuesto que me han hecho vibrar, pero la memoria tiene estas cosas absurdas.
Si me pongo a pensar en algo que las relacione más allá del oficio que comparten no se me ocurren demasiadas cosas. O sí. El teatro. Una mente que se adivina poderosa y una formación potente. Gente que además de saber adaptarse al guión sabe potenciarlo con su fuerza interior.
Por cierto, a María Asquerino sus compañeros de profesión la otorgarán el premio Toda una vida. Pues me alegro bastante. Vaya en ellas mi homenaje a todas esas grandes actrices que nunca tendrán un Oscar. Ni falta que las hace.