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Los clásicos se quitan la máscara en Olmedo

Fuera, el sol de este verano inclemente hace enmudecer a los pájaros. Dentro, la temperatura hace imprescindible una chaqueta y los pies denuncian las sandalias que tanto añoraron en invierno. El ‘fuera’, es la villa desierta del Caballero. El ‘dentro’ es el Centro de Artes Escénicas San Pedro donde un verano más reviven los clásicos. Y los clásicos dan calor, pero del bueno.

Olmedo Clásico (esa aventura que comenzaron Germán Vega y el añorado Fernando Urdiales, y a la que se sumó Benjamín Sevilla), como tantos festivales, certámenes, congresos, conciertos y celebraciones recupera la normalidad, aunque aquí y allá las mascarillas nos recuerdan un tiempo nuevo. Dentro, hay exponentes de varias generaciones y eso ya convierte la audiencia en una excepción. La edad media de los asistentes a la cultura suele ser tan elevada que da miedo mirar al futuro, pero aquí, como en los cursos de verano, la edad media la bajan considerablemente estudiantes de Filología, de Arte Dramático, futuros gestores culturales, o buscadores de nuevas experiencias. Pero también están los actores, dramaturgos, gestores, profesores, investigadores… Y esa cada vez más activa tercera edad o cuarta edad que no sucumbe ni a las distancias ni a los virus y entiende la cultura como lo que es: fuente de vida.

Aquí hay comunidad. El bienestar de saberse entre iguales, en la burbuja donde el teatro importa, donde importan Shakespeare y Calderón, Lope o Rojas Zorrilla. Está bien, pensar que el mundo es igual fuera de estos muros.

Hay un fuera nocturno, la corrala, donde suenan esos versos de los que se ha hablado en las jornadas matinales y ahí también el receptor es variopinto, profesionales y aficionados, abuelos y nietos juntos en el ritual que fue toda la vida asistir al teatro.

Algunas cosas que pasaron esta vez:

QUE DE NOCHE LO MATARON

Juan Cañas en un momento de ‘Que de noche lo mataron’. Cortesía de Estival Producciones

Cada verano don Alonso vuelve a Olmedo a encontrarse con su destino. Pero no siempre lo hace de la misma manera. En esta ocasión, por mor de Estival Producciones, Alonso se desdobla. Es el caballero que recorrerá por última vez y a caballo el trayecto entre Medina y Olmedo. Pero también un motero de hoy en ese mismo itinerario, uno de tantos personajes mezcla de pasión y desorientación que pululan por cualquier carretera del mundo conocido. Dos destinos trágicos que reúne en sí el actorazo que es Juan Cañas, uno de los integrantes del ya mítico Ron Lalá. Sobre sus hombros descansa esta arriesgada propuesta que sale de la pluma de Julieta Soria y la dirección de Ainhoa Amestoy. Él es el alma, los pulmones por los que respira el espectáculo, al que transmite fuerza y entusiasmo. Él asume una de las mayores dificultades de la apuesta: enlazar esos dos tiempos teatrales, el personaje archiconocido y su alter ego actual, aunque parte de un buen ensamblaje inicial del texto que, de otra manera, no fluiría como fluye. Un espectáculo en sus inicios que dará todo su potencial con un buen rodaje.

LA NUMANCIA

‘Numancia’, de Nao d’Amores. FOTO: Sergio Parra

Hablamos de riesgo. Esta es una de las señas de identidad de Nao d’Amores desde sus comienzos cuando la compañía fundada y dirigida por Ana Zamora puso la proa al teatro prebarroco. Esta vez lo ha vuelto a hacer, acercándose al Siglo de Oro y atreviéndose con un texto de esos que el tiempo ha convertido en piedra angular de la recuperación de los clásicos en coproducción con la CNTC. La ‘Numancia’ de Cervantes ha conocido numerosas versiones, la mayoría centradas en cierta espectacularidad que aligeraba un texto por lo demás difícil. Pero Nao d’Amores lo lleva a su terreno: minimalista, poético, ritual, trascendente. Y consigue esa magia una vez más. La consigue desde el inicio –y esta es una apreciación muy personal pues ya se discutió de sobra sobre la idoneidad o no de mantener una fonética histórica— cuando Escipión comienza su parlamento. Es ahí, cuando el decir nos transporta a un tiempo lejano, mientras la vestimenta (camisa roja y vaqueros) nos dice cuánto de actual hay en los personajes dibujados por Cervantes. ¿No es esa la virtud de los clásicos?

Ana Zamora dirige esta orquesta con mano inteligente y firme. Si decía que el riesgo es una de las señas de identidad de su compañía, otra no menos clara es haber conseguido un conjunto armónico en el que nada es secundario y de, entre todos los elementos, la música ocupa un papel primordial. Alicia Lázaro es en esto un puntal del grupo. Su selección y dirección musical subraya, acompaña, contextualiza y en ocasiones protagoniza el relato. Nada sería igual sin ella. Y el vestuario. De los Max que rondan a esta compañía, el único que se ha materializado hasta ahora es el que consiguió Deborah Macías por el de ‘Nise, la tragedia de Inés de Castro’. En esta ocasión unas mantas sirven para algo más que cubrir los cuerpos de aguerridos numantinos, componen la figura de las mujeres, son niños en sus brazos, un conjunto escultórico… O esa chaqueta vacía convertida en fantasma que es puro teatro de marionetas.

Hablamos al final de lo que se suele hablar al principio, los actores que han de cantar, que han de bailar, y mantener un texto que aun con los recortes debidos es excesivamente discursivo por momentos. Alcanzar un nivel alto del conjunto es otro de los retos alcanzados. Seis actores y dos músicos encabezados por José Luis Alcobendas se bastan para trasladarnos la épica de la caída de un pueblo exhausto que plantó cara al poderoso ejército romano.

La obra pide más de un visionado para alcanzar toda su simbología y rotundamente creo que debería ser de obligado cumplimiento en los institutos de toda España. Y en los centros del Instituto Cervantes, dispersos por el mundo.

LO QUE OCURRIÓ EN ESTA TIERRA

Y sí, en este festival se celebra la palabra. Los diálogos de las Jornadas pueden mostrarnos cómo las nuevas tecnologías ayudan a la investigación algoritmos y simulaciones mediante, o de cómo un texto fijado en el pasado puede vibrar en nuestra misma frecuencia de onda.

En el que tuve el placer de participar junto con Rosa Manzano, actriz de Corsario, Ana Zamora y el gestor cultural Miguel Ángel Pérez ‘Maguil’ se hablaba, además de un libro. Un libro diría que imprescindible (puedo decirlo pues mi participación en él no deja de ser una más entre otras muchas) para conocer la ‘Historia reciente del teatro en Castilla y León’, desde 1965 hasta hoy, y un acicate para profundizar en ella. Precursores, compañías, actores, festivales, géneros… Historia documentada, un compendio de datos necesarios para saber qué ha ocurrido en una comunidad donde las artes escénicas han tenido y tienen un más que digno papel.

Los libros… ‘La tienda de Lope’ no deja de ser otra arriesgada empresa cultural. Da gusto entrar en ese prólogo que es la parada de los volúmenes dedicados al viejo y al nuevo teatro y a sus más insignes protagonistas.

Larga vida a Olmedo Clásico

 

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Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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