(Publicado en la edición impresa de El Norte de Castilla el 9 de julio del 2009)
Si dentro de unas décadas algún historiador quisiera escribir la historia de Occidente de finales del siglo XX y principios del XXI siguiendo las hemerotecas, probablemente se asombraría de que, a juzgar por las páginas de los periódicos, gran parte de la vida de en esta época, incluso la deportiva, sucedía en los estadios.
Los estadios son lugares en los que cabe mucha gente. Primer informativo de la mañana de la primera cadena de la televisión pública (del resto para qué hablar) en el día de ayer. Primer nombre que da protagonismo a una noticia: Michael Jackson. Segundo nombre que da protagonismo a la segunda noticia: Cristiano Ronaldo. Prácticamente igual que el resto de los días desde hace… ¿una semana?
80.000 personas asistieron a la presentación de Ronaldo en el estadio Santiago Bernabéu (y 5.000 en la calle siguieron el gran acontecimiento mundial a través de una pantalla de tamaño acorde al ‘evento’). 11.0000 personas en el Staples Center de Los Ángeles, el pabellón de Los Lakers, (50.000 en el exterior) siguieron el funeral del ‘rey del pop’.
En los estadios cabe mucha gente, incluso fuera. Los medios audiovisuales hacen su agosto, atentos a la ley de la oferta y la demanda. Los impresos, lejos de mantener su personalidad, tratan de seguir sus pasos a base de páginas y páginas. Pero el espacio es limitado y esas páginas se comen cosas aparentemete menos noticiables porque no ocurren en los estadios ni movilizan masas.
Oí decir a un actor (nadie sospechoso de intelectual, extraña palabra que empieza a tener un tinte entre rancio y sospechoso) que Ronaldo le parecía algo así como un ‘gladiator’ moderno en una sociedad decadente, seguido por una masa entontecida que lo aclama mientras probablemente la mitad está en paro o en graves dificultades. La versión moderna del ‘pan y juegos’. Yo no quiero ir tan lejos. Hoy estoy optimista.
Pero a pesar de eso veo un mundo cada vez con más zonas de sombra. Son aquellas que no iluminan los focos ni las cámaras porque en ellas no hay masas vociferantes, porque las habitan gente que a lo mejor iría a ver un concierto de Michael Jackson o iría al estadio a ver y disfrutar de un partido del Real Madrid, pero no puede más con el empacho que le ofrecen los medios (de los que cada vez se sienten más alejados). Porque les importa un bledo con quién se acuesta ese señor que dicen que mete goles; ni el hecho de que a Jackson le hayan encontrado más o menos medicamentos en su cuerpo le puede mover otra cosa que la compasión, pero nunca el morbo.
En esas zonas de sombra ocurren cosas. Alguien tiene una idea que podría cambiar la visión del mundo (no me refiero a un móvil-inteligente-multimedia-con-acceso-a-internet-de-última-generación, me refería un pensamiento), a lo mejor alguien está trabajando en un ensayo clínico que salvará vidas o simplemente estará escribiendo un poema que podría hacernos felices… Pero estamos mirando hacia las luces embobados como polillas.