Una exposición auspiciada por la Fundación Miguel Delibes la recuerda en el quincuagésimo aniversario de su muerte
No escribió nunca una novela, que se sepa. Ni tampoco pintó nunca un cuadro, que sepamos. Su nombre, por tanto, no forma parte de esos justos rescates a los que asistimos gracias a la labor de mujeres artistas, escritoras, pensadoras o académicas que completan el canon hasta ahora mutilado por el olvido hacia quienes no fueron atendidas por ser mujeres. Pero Ángeles de Castro no fue tampoco la mujer en la sombra detrás de un gran hombre (¿se acuerdan de aquella frase que se hizo célebre: “detrás de todo gran hombre hay siempre una gran mujer”? No. Ni sombra, ni complemento. La mujer que compartió la vida con Miguel Delibes, si nos atenemos a los testimonios del escritor y de quienes la conocieron, fue luz, impulso, aliento vital. Una mujer con una enorme personalidad que se las arregló para ser feliz. No es poca cosa. Murió joven, con cincuenta y dos años. Y para consuelo de los suyos, antes de morir así lo manifestó: que había sido feliz durante cincuenta años y que pocas personas podían presumir de tanto. En el quincuagésimo aniversario de su muerte la Fundación Miguel Delibes la recuerda con una exposición (situada en la Oficina de Turismo del Ayuntamiento en la Acera de Recoletos), que recorre en imágenes su vida. ‘Ángeles, el equilibrio de Miguel Delibes’ es mucho más que un viaje fotográfico, porque la columna textual de la muestra la van conformando, a modo de lo que en periodismo llamamos ‘pies de foto’, los testimonios que el propio escritor dejó sobre su esposa. Dicen los organizadores que de esta manera la muestra es “una póstuma declaración de amor que, pensamos, a ambos les hubiera gustado”.
Ángeles niña, adolescente, novia de un Miguel que apenas había comenzado su andadura como escritor, ese Max que unía en su seudónimo el destino de ambos, su boda, los viajes motivados por los compromisos del ya reconocido autor y en los que jugaba un papel fundamental como contrapeso a su carácter retraído… Sus siete hijos… Su sonrisa permanente, abierta, hacen de la muestra una celebración de la vida.
En la exposición no falta la reproducción de ‘Señora de rojo’, el retrato que le pintó Eduardo García Benito y que está en el origen de ‘Señora de rojo sobre fondo gris’, la obra que Delibes dedicó a su esposa ya fallecida y cuya traslación al teatro está aún reciente en las salas españolas.
Muchos de los testimonios que el escritor dejó negro sobre blanco sobre ella son conocidos: “mi equilibrio”, que da título a la muestra; “la mejor mitad de mí mismo”, que resonó en el discurso de entrada del escritor en la RAE… Pero otros muchos dan cuenta de la admiración que él tenía por la madre de sus hijos: “Con frecuencia me pregunto de dónde sacaba ella ese tacto para la convivencia, sus originales criterios sobre las cosas, s delicado gusto, su sensibilidad”.
Ese criterio fue una suerte para Delibes pues ella fue su primera y más crítica lectora, algo que todo escritor que se precie desea tener. “…Ella es la primera que enjuicia mis novelas. Al principio lo hacía sobre la marcha; ahora, cuando están concluidas. A veces sus reparos me irritan, pero no con poca frecuencia acabo reconociendo que lleva razón”. Un lujo que luego no podía sino echar de menos: “Yo escribía para ella. Y cuando faltó su juicio me faltó la referencia”.
En la exposición hay también objetos personales, libros, las diferentes traducciones de ‘Señora de rojo’, el cartel de la obra de teatro, cartas de pésame tras su muerte firmadas por escritores que la conocieron. Como la de Carmen Laforet: “Para mí, ella será siempre la juventud, la alegría”.
Vayan a ver la exposición si no lo han hecho ya. Por eso, porque es una celebración de la vida.