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Crónica de la Sección Oficial (2)


LUGARES PERFECTOS PARA ESCONDERSE


La vida, a veces, nos empuja a escondernos. O somos nosotros los que, en un momento determinado, nos empujamos a un escondite que nos libere del riesgo de vivir. Encontrar el lugar adecuado para desaparecer es todo un arte. Y la clave de un presunto éxito, si la supervivencia en el escondite nos asegura una buena ‘calidad de vida’. Las dos películas del sábado en la Sección Oficial ofrecían dos ejemplos bien distintos de lugares adecuados en los que defenderse de la hostilidad exterior. La primera, ‘Petit Indi’, de Marc Recha, también la primera película española a concurso. La segunda, ‘El erizo’, de la principiante Mona Achache, basada en un ‘best seller’ editorial. Vamos por orden.

Periferia de Barcelona, es decir, cualquier lugar degradado en la periferia de cualquier gran ciudad de un país desarrollado. Personajes que sobreviven también en la periferia social: a punto de traspasar esa fina frontera que dilucida lo marginal de lo que se considera integrado en el sistema. Una familia ‘desestructurada’: tres hermanos salen adelante con un padre ausente y desentendido y una madre en la cárcel. El más pequeño, el adolescente Arnau (Marc Soto) cría jilgueros cantores. Su melodía es un metafórico canto de vida.
La cámara sigue a Arnau en sus idas y venidas desde su casa a la fábrica donde está subempleado; nos introduce con él en el refugio de sus pájaros; le vemos cruzar el río que separa su casa (esas casas bajas y resistentes que se tienen de pie de milagro hasta que una urbanización se las lleva por delante) de la supuesta civilización y atravesar un paraje degradado que en su momento debió de ser un lugar ‘ameno’, que diría un clásico. Arnau habla poco, observa con distancia el mundo de los mayores ante el que parece resignarse, aunque no lo entienda. No es un rebelde. No lo necesita porque ha encontrado el refugio de sus pájaros, un lugar amable en medio de la escasa amabilidad que rodea su vida. Hasta que un día mete en el corral a un pequeño zorro que ha encontrado moribundo a la orilla del río y al que dará de comer y cuidará hasta su recuperación.
Esta presunta fábula sobre el aprendizaje de la vida está contada con afán realista y aquí se anuncia el naufragio del filme. Su previsibilidad.
Los paseos acompañando al joven y silencioso protagonista son lo mejor de una película que de entrada promete intensidad y sensibilidad. Mar Recha es un admirador de la Nouvelle Vague (tan ligada, por cierto, a la edición de este año), lo ha demostrado en otras películas. Y aquí también. Pero hacia la mitad del filme se empieza sospechar que ese intento de intensidad no va a llegar muy lejos. Los personajes que rodean a Arnau, sobre todo su hermano Sergi (Eduardo Noriega) y su tío Ramón (Sergi López) están levemente apuntados, pero tan levemente que acaban por desaparecer sin que parezca que la película vaya a resentirse por ello. La historia avanza hacia un lugar tan cantado que se espera que el director haya guardado un as en la manga. Pero no lo hay.
Lo que apuntaba a un buen filme se escurre entre los dedos hacia un final que pretende pero no llega, precisamente porque le falta toda la intensidad que anunciaba en la primera parte.
La fotografía es uno de los activos principales de esta película así como la maestría que demuestra Recha en el planteamiento inicial. Lástima que luego no acierte a llevarla a buen término.

Lo contrario ocurrió con la segunda película de la mañana. La directora francesa Mona Achache se estrena en el largometraje con este ‘El erizo’ que es la «versión libre» para el cine del éxito editorial ‘La elegancia del erizo’, de Muriel Barbury. Y lo hace, esta vez sí, contando una fábula de iniciación. El riesgo es llevar a la pantalla una historia que muchos lectores han devorado, con las comparaciones que se le vendrán encima y hacerlo en tu primera incursión en el formato largo. La clave del éxito consiste en dar al espectador las suficientes claves del tono en el que se cuenta la historia.
Hay en ella una niña lúcida, Paloma, que tiene muy claro en qué clase de adulto no se quiere convertir (sólo tiene que mirar a su familia) y para ello ha puesto fecha a su muerte. Le quedan, según sus planes, unos 165 días de vida. Hay una mujer, la señora Michel, portera de un edificio de muy alto nivel en París, que tiene un escondite perfecto; y un vecino nuevo, el señor Ozu (uno de tantos guiños y homenajes que tiene la película) que vendrá a ser el catalizador de la historia. Achache viste de naturalidad unos personajes arquetípicos y crea un clima en el que es posible dar rienda suelta al lirismo. Lo hace y no empalaga: en las imágenes que la niña pinta en sus cuadernos y en la pared (algo que no está en la novela, como reconoció su directora); en la forma en que el anciano señor Ozu se relaciona con los niños y con aquellos mayoresque merecen su respeto, como la portera de la finca. Como ocurre en todos los cuentos, hay varios cuentos reconocibles en esta historia. Con sus personajes también reconocibles, desde la Cenicienta a Pepito Grillo. Y hay muchos homenajes literarios. Cuando arranca la película, la señora Michel está leyendo en la minúscula cocina de su habitáculo de portera el maravilloso ‘Elogio de la sombra’, de Tanizaki, y esta es una pista maravillosa, una de las miguitas que la directora deja en el camino, para orientar a su espectador. Para anunciarle en qué clave habrá de ver esta historia. Otras son menos evidentes: como la raza de dos de los gatos que aparecen en la película y que se llaman como dos personajes de Tolstoi.
Y la más evidente de todas: el trazo grueso con el que dibuja a los familiares de la niña. Desde su neurótica madre hasta su casi neurótica (a pesar de los esfuerzos que hace por evitarlo) hermana mayor, pasando por el dimisionario de su padre, ministro del Gobierno francés a punto de dejar de serlo. Todos ellos hilarantes en su debilidad. El humor, eso sí apuntado con el fino pincel de la ironía, es otro de los activos de este filme que consiguió arrancar los primeros aplausos que se han escuchado en el certamen y que por sus características bien podría optar al premio del público. Con estos ingredientes avanza el filme hasta un final inesperado. Achache convenció a la mayoría de los espectadores del pase de prensa matinal. Pero a los que no les gustó no les gustó en absoluto. Es lo que tienen los cuentos, sobre todo si nos empeñamos en verlos en clave realista. La directora francesa, que defendió su película junto con la protagonista en la rueda de prensa posterior, ha conseguido un inicio más que aceptable en su carrera. Consigue imágenes de gran belleza, cuenta la historia con ritmo y demuestra que sabe ser eficaz con la cámara para contar su historia.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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