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Crónica de la Sección Oficial (5)

HERIDAS SIN SUTURA


Sin sorpresas. Así transcurre la vida en la Sección Oficial de la 54 Seminci. Hay un tono general de buen cine, sí, (aunque éste se debería suponer en un festival) pero sin que ocurra nada, ni demasiado bueno, ni demasiado malo. Incluso hay momentos de cierta atonía como el que se vivió en la mañana de ayer.
El belga Peter Van Hees firma con ‘Dirty mind’ su cuarto largometraje y el segundo de una trilogía que tendría estos epígrafes: cuerpo, mente, y muerte. Estamos en ‘mente’. ‘Dirty mind’ es un ejemplo de lo difícil que es mantener el nivel de un filme, máxime si se corren ciertos riesgos. Van Hees los asume al dar un tono de comedia a un asunto tan importante como espinoso: el del control que los demás ejercen sobre sus prójimos, lo difícil que es ser uno mismo cuando toda la vida se ha sido lo que han querido otros, el riesgo que se corre cuando uno se quita la careta y empieza a ser políticamente incorrecto. Hacerlo con humor puede parecer lo más fácil, pero no lo es, pues en un tema como éste llega un momento en el que la sonrisa ha de quedar congelada y que el edificio no se venga abajo.
‘Dirty mind’ cuenta la historia de un don nadie, un perdedor, la sombra de un hermano que es el que lleva la voz cantante en su relación y en la sociedad laboral que forman como especialistas cinematográficos. Pero un accidente, que le deja una lesión cerebral, hace que cambie totalmente su personalidad. De pronto él es el rompedor, el seductor, el que se atreve con todo.
Su lesión tiene nombre, pero no tiene cura. Hasta ahora. Sin embargo, el equipo médico que le trata está dispuesto a hacer con él un experimento: han descubierto una arriesgada operación que le devolvería a su situación anterior. El asunto es que Tony (ex Diego, ex tímido, ex sumiso, ex invisible) no tiene claro querer volver a su vida de antes. Uno de los médicos quiere apuntarse un tanto aunque sea en contra de la voluntad de su paciente.
Van Hees usa la estética del grano grueso y en algunos momentos la del viodeoclip. Y todo va bien hasta que el guión flaquea justo cuando la historia llega a su punto crítico. Y hay que controlar los inevitables excesos. Ahí pierde la batalla.


Llegó después una cinta amable del estadounidense Max Mayer. Segundo largometraje de un director formado en el mundo del teatro y responsable de episodios de exitosas series de televisión como ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’. Algo de la estética del telefilme tiene esta película, rodada sin embargo con algo más que pulcritud. Mayer tiene ojo para el encuadre atractivo, un sentido acusado de la estética y buen pulso para contar una historia. La de Adam, un chico tímido y extraño, excelente ingeniero electrónico, una enciclopedia en astronomía pero un auténtico inexperto en relaciones personales en general y de pareja en particular. La causa es el síndrome de Asperger que padece, un trastorno en el ámbito del autismo que dificulta la interacción social. Los afectados tienen dificultades para la empatía y la comunicación indirecta. No tienen los frenos que el comportamiento en sociedad pone a la manifestación directa de lo que se piensa.
Pero Adam, que se ha mantenido al margen de los conflictos, razonablemente protegido por su padre y un empleado de éste, pierde a su progenitor en el momento en que aparece en su vida Beth, una joven de buena familia que quiere escribir libros para niños. La película sigue el comienzo de su relación, sus dudas, sus dificultades, pero no profundiza, se queda en la orilla más fácil y todo lo más consigue sujetar el peligro del excesivo endulzamiento, a pesar de la banda sonora que por momentos pone a la película al borde del precipicio (¡cuántas veces confirmamos en el maratón que supone un festival la importancia de la música que se escoge para un filme). Una fotografía que es uno de sus grandes activos y los actores justifican que esta película un tanto fronteriza aunque agradable esté en la Sección Oficial del Festival.


Y llegamos a Schrader. Una ley no escrita de la presente edición está dejando para la sesión de la tarde (me refiero a los pases de prensa) lo mejor del programa. Este director, que tan pronto nos atrapa con ‘Afliction’ como nos sorprende firmando ‘American Gigolo’, no defraudó las expectativas. Compleja historia la de ‘Adam Resurrected’ por más que el marco lo conozcamos: la Alemania nazi, la peripecia de pueblo judío, las consecuencias para los supervivientes.
Adam Stein es un artista de variados registros, es mago y payaso, es un ‘show man’ en el reputado cabaré berlinés de los años 20. Pero es judío y como tal será deportado junto a su familia a un campo de concentración. En la década de los sesenta es una sombra de sí mismo en una clínica para enfermos mentales en el desierto de Israel. No puede olvidar que para sobrevivir al exterminio tuvo que hacer de perro, servir de mascota a un oficial nazi. Schrader combina el blanco y negro para el relato del pasado del protagonista y el color para el momento presente. Y demuestra su valor como creador de atmósferas. En la clínica, donde pasarán el resto de sus vidas la mayoría de los internos, irremediablemente heridos por el holocausto, la luz es fría como un cuchillo, los personajes algo caricaturizados son de una crueldad escalofriante. Pero fuera parece haber una vida y una posibilidad de resurrección. La película cuenta con un inmenso Jeff Goldblum, candidato a premio, y un Willem Dafoe, (segundo encuentro en este festival) también inmejorable. De lo mejor visto hasta ahora.

(Fotogramas de ‘Dirty Mind’, ‘Adam’ y ‘Adam Resurrected’)

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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