Las noticias las han vuelto a unir. Ellas, tan radicalmente distintas pero con una tarea en común: adelantarse a su tiempo y defender su libertad. Ambas, a su manera, transgredieron las normas de su tiempo. Maruja Mallo, pintora y musa; María Zambrano, filósofa y una extraña especie de poeta. Se conocieron y compartieron algo más que el tiempo de una España que despertaba y, cuando esa misma España dejó claro que no había sitio para ellas, compartieron destino: el exilio.
Un destino más de andar por casa las unió ayer en las páginas de Culturas de nuestro periódico. Y me conmovió. Porque, por encima o por debajo de otras coincidencias en su biografía o en su manera de afrontar la vida, hay algo más que comparten: el precio que pagaron por su extraordinaria personalidad. Decía el filósofo José Luis Pardo que de María Zambrano en España tenemos más noticias de cómo era ella que de su obra. Y creo que tiene razón. Sabemos de su periplo, de sus amistades, de su amor por los gatos, de su coquetería, de que le gustaba vestir de blanco, de que en ocasiones cuando hablaba dictaba sentencias que abrían mundos desconocidos. Se hizo incluso una película que tratando de ser un homenaje a mi juicio le hacía un flaco favor por anecdótica y superficial y en algunos aspectos equivocada. Pero ¿cuántos la han leído y han tratado de entenderla?
El premio Cervantes le hizo justicia en un momento dado, pero curiosamente no ha servido para que su pensamiento sea materia de estudio en las facultades de filosofía. El premio, al fin, quedó como una anécdota: es una de las dos únicas mujeres que lo tienen junto con la cubana Dulce María Loynaz.
Si decimos Maruja Mallo apuesto a que a mucha gente se le viene a la cabeza esa famosa foto en las playas de Chile junto a Pablo Neruda cubierta con un tocado de algas, o sus labios profundamente rojos o sus ojos pintados hasta la exageración. Pero ¿a cuántos se les vendría a la memoria uno cualquiera de sus cuadros? Jugó un papel relevante en nuestra vanguardia pero ¿cuántos, incluso entre los estudiantes de Historia del Arte lo saben?
Este año las ha unido. De María Zambrano coinciden en las librerías varios libros con vocación de antologías. La de José Miguel Ullán, que la conoció, la leyó y la quiso, es además de una esperada realidad, altamente recomendable.
De Maruja Mallo también tenemos noticias. Gracias a los centenarios, a golpe de los cuales se mueve la cultura, su obra vuelve con fuerza a los museos y galerías. La Academia de Bellas Artes de San Fernando nos invita a conocerla o a visitarla una vez más.
Aprovechemos la ocasión. Pongamos los pies en las huellas que estas dos mujeres dejaron cada una a su manera. Para comprobar que su fotografía no basta. Si las escuchamos atentamente se ampliará nuestro horizonte. Como dijo María Zambrano en ‘Lo celeste’ a propósito de la luz de la aurora: “Llega la mirada anulando la distancia, quien la recibe queda traspasado, raptado o fijado; fijado si es la mirada de la luz”.
Dejémonos raptar y fijar.
(Publicado en la sección ‘Días nublados’ de la edición impresa de El Norte de Catilla del 28 de enero de 2010)
En las fotografías, María Zambrano y, debajo, Maruja Mallo.