«Hablar cada vez más despacio, hasta que pronunciar una palabra dure años». (Felipe Boso dixit). ¡Ah, las palabras! Inesperadamente alejadas, divorciadas casi, de su significado, jugando a significar otra cosa, a no significar nada. Soltando amarras en un poema, abriendo las cárceles de las estrofas, dejando libertad a las letras para que se burlen del papel pautado. Los herederos de Tzara, de Breton, se pusieron manos a la obra y parieron palabras objeto, poemas que rimaban apariencias y distancias, ocurrencias o ideas luminosas. Fueron otros tiempos pero parecen el puro presente. Están ahí para bajarnos los humos de la modernidad, para sonrojarnos por nuestra acomodaticia manera de usar las palabras en la poesía, en la vida… Esas perras negras, que decía Cortázar…
(A propóstito de la exposición ‘Escrito está’ sobre poesía de vanguardia en el Patio Herreriano de Valladolid. Publicado en el suplemento cultural de El Norte, ‘La sombra del ciprés’. En la imagen, un poema de Felipe Boso)