(A propósito del libro de relatos ‘Compañeras de viaje’, de Soledad Puértolas)
El cuento, sobre todo en sus formatos más breves, se ha convertido con demasiada frecuencia, en el reino de la ocurrencia. Por eso es gratificante acercarse a un volumen como ‘Compañeras de viaje’, el último libro de la escritora y académica electa, Soledad Puértolas, publicado por Alfaguara. Un conjunto de textos cuyas protagonistas son, en todos los casos, mujeres en tránsito. En tránsito vital más que en tránsito físico, que también.
Lo mejor de estos cuentos es que nos obligan a pararnos en un lugar indeterminado, impreciso, de la concienciade un puñado de mujeres que están a punto de abrir o cerrar una puerta que les pondrá en un lugar distinto de su vida, a veces mejor, a veces peor, a veces simplemente otro. Y ellas, que no parecen muy conscientes en un principio de la situación, encontrarán la llave que abre o cierra ese momento único en el que sus vidas darán un giro o recorrerán mediante el recuerdo el camino transitado, que tendrá así todo el sentido.
Una música, una visión inesperada, alguien que se cruza en su camino supondrá en su vida esa llave que casi nunca iban buscando, al menos conscientemente. La lectura produce esa implacable al tiempo que serena sensación: la de una parada en medio de un vivir que arrastra. ¿Quién no ha experimentado en medio de una vida que parece ser llevada por la inercia esa sensación de momentáneo suspenso, como si las cosas se paralizaran alrededor para que podamos apreciar mejor sus sentido, el brillo de su significado?
Soledad Puértolas nos invita a seguir a sus mujeres en este momento especial, y consigue un conjunto de relatos que lejos de sobresaltos producen en el lector una sensación de alerta. Como si alguien nos tocara en el hombro y nos señalara un lugar del paisaje alrededor en el que no habíamos reparado. Sus historias se apoyan imperceptiblemente casi unas en otras y en conjunto su efecto se multiplica como el de la piedra arrojada al agua que produce ondas en el estanque.
El lenguaje que acompaña a estas historias les sienta como un guante. Es un traje a su medida. Puértolas ha conseguido esa escritura aparentemente fácil que deja fluir la narración sin estridencias, con los únicos sobresaltos que impone la historia, nunca su envoltorio.
(En la foto de Henar Sastre, Soledad PUértolas firma ejemplares de sus libros en la Feria del Libro de Valladolid)