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Un paso adelante de Bollaín

Un buen arranque. Estaba por un lado la lógica expectación por ver la película que representará a España en los Oscar; por otro, por ver la película de una directora que ha sabido afianzar paso a paso su carrera desde una postura honesta y sin alharacas. Estaba la expectación por ver cómo desarrollaba por primera vez esta tarea sin contar con su propio guión, aunque el guionista del filme, Paul Laverty, le sea tan próximo en la vida real. Y esa expectación no quedó defraudada. ‘También la lluvia’, de Icíar Bollaín, es una buena película. Por supuesto no es perfecta, ni pasará a la historia del cine como una de esas películas que aportan novedades. (Si acaso las aporta a la trayectoria de su directora). Es nada más y nada menos que una buena historia, bien contada, bien interpretada y –casi avergüenza decirlo a estas alturas – necesaria.
Bollaín hace cine dentro del cine, ese recurso tan utilizado en el medio, para contar la historia del rodaje en Bolivia de una película sobre la conquista de América centrada en la postura a favor de los indios de Fray Bartolomé de las Casas, y cómo el proyecto se complica hasta límites insospechados cuando, en la ciudad en la que ruedan, la población indígena se levanta contra la privatización del agua municipal, operación detrás de la cual hay capital extranjero. Las revueltas de la población, sobre todo campesinos indígenas, que tuvieron lugar realmente entre enero y abril del 2000 en Cochabamba, la tercera ciudad de Bolivia, ponen en serio peligro el rodaje y la integridad física de los cineastas y son un revulsivo en la conciencia de sus protagonistas. Ellos que al principio llegan también con sus maneras de conquistadores.


Hay un momento (o varios) en los que una película se la juega. Si eso ocurre al final puede dar al traste con el edificio construido hasta ese momento, pero si el riesgo, el punto de inflexión, está al principio del filme servirá para abrirle la puerta al espectador o darle con ella en las narices definitivamente. ‘También la lluvia’ presenta esa aduana muy al comienzo y sale airosa, sobre todo porque el peso lo lleva en ese momento un Karra Elejalde magnífico en su papel de Cristóbal Colón, uno de los aciertos indudables y de los tesoros de la película. Pues bien, en ese primer punto de tensión la historia parece que va a tomar un camino equivocado pero da un giro y empieza a fluir sin dejar respiro al espectador, enganchándole hasta el final. Es también al comienzo del filme, con las imágenes de una fila inacabable de gente necesitada que acude al ‘casting’ con la idea de conseguir unos dólares para comer y el primer contacto con el actor boliviano Juan Carlos Aduviri (un actor con una mirada potentísima) cuando se viene a la cabeza el cine de Ken Loach (no en vano Laverty es su guionista de cabecera) pero esta sensación se diluye pronto cuado el filme pasa a ser el de Laverty-Bollaín. Se desarrollan pues dos historias paralelas que demuestran que aunque hayan pasado 500 años y muchos progresos, la Historia con mayúsculas se empeña en repetirse, y que el dominio y la explotación sobre los indios durante la conquista que hizo bramar a Bartolomé de las Casas, sigue vigente en el siglo XXI, porque para un sector de la población sobrevivir es una batalla diaria que no siempre gana. Con este telón de fondo, la película muestra la evolución de un personaje, el de Luis Tosar, grande como siempre, que pasa de ser un productor con mínimos escrúpulos a alguien que no podrá seguir adelante sin mirar de frente la situación en la que viven esos semejantes a los que un azar de la vida ha puesto a su lado. Interesante contraste con la evolución del personaje de Gael García Bernal, que pasa de ser un joven comprometido que quiere contar la ‘verdadera historia’ al director que apostará por la película cueste lo que cueste. Estas contradicciones que no son sino las propias de todo ser humano están hábilmente mostradas y son las que alejan el filme de ese maniqueísmo que a veces encontra mos en el cine del por otra parte admirado Loach.
Bollaín ha dado un paso adelante muy firme en su trayectoria, manejando este complejo aparato con solvencia. Saliendo de un cine intimista hacia otro de estructura más compleja, con escenas espectaculares y miles de extras. Será interesante ver qué caminos futuros toma su trabajo. Inevitable dedicarle un párrafo a ese solvente actor que es Luis Tosar, sin duda, uno de nuestros mejores intérpretes, que encara aquí un papel más arriesgado, aunque no lo parezca que el Malamadre de ‘Celda 211’, más sutil y más complicado. El productor Costa acaba en la cuerda floja y Tosar logra equilibrarlo.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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