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Crueldad intolerable (e innecearia)

Crueldad intolerable (e innecearia) | Calle 58 - Blogs elnortedecastilla.es

Decía Philip Koch, el director de ‘Picco’, durante la rueda de prensa posterior al pase de su película, que cada secuencia que hay en ella está documentada y basada en hechos reales, justificando así su existencia. Como si el hecho de que lo que cuenta sea real fuera a mejorar la calidad del producto. No estamos en la sección Tiempo de Historia sino en la Sección Oficial y Koch no ha realizado un documental sino un producto de ficción, por más que sea un producto-denuncia. Desconozco si el sistema penitenciario alemán, en cuanto a las cárceles para jóvenes, es tan desastroso como el que presenta la película, ni si los hechos denunciados se dieron en tan corto espacio de tiempo –creo que habla de dos sucesos que sucedieron con un par de años de distancia– y concentrados en una sola cárcel, pero aunque así fuera tampoco sería relevante para esta crítica. Dicho sea de refilón, parece casi imposible que en un reformatorio de un país desarrollado todo el personal desde la psicóloga al director, pasando por los vigilantes estén sordos, mudos y ciegos, o miren todos para otro lado cuando se trata de poner fin a la ‘matonería’ que, por otra parte debe de ser moneda corriente en este tipo de instituciones.

La cuestión es si ‘Picco’ es o no una buena película. Y de eso sí tratará esta crítica.

Lo malo del cine denuncia es que si cae en el exceso puede producir el efecto contrario al que pretende. Y eso es lo que le ocurre a Koch en su opera prima, que carga tanto las tintas de la crueldad, que llega un momento en que el espectador lo único que quiere es que se le deje de torturar y acabe la proyección cuanto antes. Hay secuencias prescindibles por muy documentadas que estén. No creo que la película gane por el hecho de asistir en directo al ‘suicidio’ obligado de Tommy, uno de los internos, ni a los cortes que le provoca en el brazo su compañero de celda, cuando el espectador ha sido ya sometido a una tensión más que efectiva para contar la historia.

El exceso de metraje se deja sentir una vez que hacia la mitad del filme se sabe lo que la película tiene que contarnos. Lo ha hecho ya y todo lo que viene después es rizar el rizo de lo infame que puede llegar a ser el sistema. Un sistema, y esto no es un asunto solo alemán, que lejos de ‘reformar’ al joven que ha cometido un delito lo que hace es convertirlo en un ser traumatizado, cruel, incapaz de empatía e irrecuperable para la sociedad. De eso trata ‘Picco’ de lo abyecto que puede llegar a ser el comportamiento de una persona que piensa que no tiene nada que perder y que no le importa nada al resto del mundo.

Algunas cosas a favor de la película: consigue la atmósfera ideal para contar la historia, el ambiente claustrofóbico de la celda, la luz fría, el aspecto repugnante de la comida, el siniestro patio… A lo que contribuye la muy acertada fotografía de Markus Eckert.

No está tan lograda en cuanto a la evolución de los personajes, sobre todo del protagonista que aprende a ser un cínico como única vía de supervivencia aunque en este punto clave la narración se vea un poco forzada. Solo hay un momento en el filme en el que el director deja entrar un poco de oxígeno: cuando las familias visitan a los internos, muestra lo que queda en ellos de una vida ‘normal’, incluso los más crueles son capaces de algunos rasgos de ‘humanidad’ aunque los destinatarios sean sus perros.

Recordaba al inicio de la película una extraordinaria cinta española que vimos en el Festival del 2008, ‘Cierta verdad’, de Alex García Roure, cine real, documental, duro, con su punto de denuncia, sin pizca de blandura pero con una extraordinaria humanidad. Un documento hecho arte. No sé por qué me acordé.

El destino

Por fortuna la mañana había comenzado con una de las películas que bien podría optar a ocupar un puesto en el palmarés. ‘Incendies’ habla de cómo el destino juega con los seres humanos (sí, como en las tragedias griegas) con el telón de fondo de la guerra (sí, otra vez como en las tragedias griegas) sólo que aquí sin apelar a lo trágico inevitable.

Jeanne y Simon son dos hermanos gemelos, ya adultos, que acaban de perder a su madre. El testamento además de los bienes que tuvo en vida les deja una impactante misión: encontrar a su padre, al que creían muerto y a su hermano, del que no tenían noticia alguna. Hasta que esa misión no se cumpla, la tumba no podrá tener lápida. La reacción de los hermanos es dispar. Simon, el más afectado más que por la muerte por la vida de una madre a la que consideraba loca, es partidario de enterrarla como a todo el mundo y olvidar las cartas que han de entregar a su progenitor y a su hermano. Jeanne se pone a la tarea de cumplir los deseos de su madre y viaja al Líbano donde había nacido.

Será a través de ese viaje como descubra no a su nueva ‘familia’ que no conoce sino a su propia madre: sus razones, cómo destrozaron su vida las convenciones sociales primero (el difícil papel de la mujer) y la guerra después. El conflicto de Oriente Medio sólo es un telón de fondo. La guerra podría haber sido cualquier otra, la de los Balcanes, por ejemplo y la historia no cambiaría demasiado.

El canadiense Denis Villeneuve que representará a su país en los Oscar con este filme, ha realizado una obra que funciona como un reloj suizo. No ha querido dejar un solo cabo suelto y para eso ha trabajado un guión (con Valerie Beaugrand-Champagne y Wajdi Mouawad) que es una maquinaria casi perfecta en cuanto a funcionamiento. Dividida en capítulos, la historia se cuenta de delante hacia atrás y viceversa, procurando que el espectador no pierda el hilo.

Es como si Villeneuve consciente de que cuenta una historia sorprendente que sería inverosímil si no supiéramos que la realidad de las guerras supera a la ficción más rebuscada, hubiera tenido un especial interés en que nada quede al albur de la interpretación. La realidad es tozuda y no se puede hacer nada para intentar esconderla. Y es tan fuerte que no quiere jugar con el sentimentalismo

El director canadiense se toma su tiempo para contarla, pero los 130 minutos no se hacen pesados, prueba de esa minuciosidad con la que está escrita y el buen ritmo con el que se resuelve

Y no deja de ser curioso comprobar cómo le influye a Villeneuve el tema del destino a la hora de elegir sus proyectos. Este realizador estuvo en la Sección Oficial de la Seminci del 2000 con ‘Mäelstrom’ una película en la que un hombre salva a una mujer desesperada de morir en un accidente y entabla una relación con ella que resulta ser, o al menos así lo cree, la mujer que mató a su padre en un accidente.

Vidas cruzadas y, en el caso de ‘Incendies’, sentimientos contenidos que nunca llegan al exceso. Actores en su sitio y una historia que conmueve pero sin llegar a estremecernos.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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