En la estancia hay una mesa camilla desnuda rodeada por uno conjunto de sillas, de esas funcionales, grises, anodinas. (El contraste entre las maderas humildes y viejas de la mesa y el asunto de las sillas daría para una reflexión, pero no es el caso). De una estantería, tan humilde como la mesa, situada en la pared saco uno de los “volúmenes” que se ofrecen a la mirada del visitante. Y leo: “Quiero ser la liebre de Beuys”. Anónimo. Eso es. Algo así somos mientras recorremos la exposición que Rafael Torres y Mercedes Gutiérrez, Los Navegantes del Palomar, han instalado en las salas del Teatro Calderón. Arte colectivo, arte nómada, arte en proceso, arte crítico, arte comprometido, arte con calor. De hecho “A diario helarte no. El arte” es el expresivo título de una muestra a la que solo le queda una semana “in situ” pero cuyo final no tiene fecha fija y que es un antídoto ideal para estos días en los que el frío nos deja físicamente tan helados como la realidad nos deja anímicamente a diario. Sitios como “El lugar crudo”, arte-denuncia de la situación de un prostíbulo situado en un lugar perdido pero pefectamente identificable de la Castilla subterránea, en el que unas mujeres, meros accesorios, viven (¿viven?) ausentes en un paisaje en el que camiones de gran tonelaje no dejan ver el bosque diminuto de las pequeñas casas del pueblo. Pero en la estancia siguiente las tierras del mundo, recogidas por “artistas colaboradores” vuelven a calentarte el corazón. “Si las acaricias, acaricias el mundo”, te advierten. Son los soles, los que pintaba Van Gogh, y esas sillas de improbable descanso al alcance de los que apenas nada más tienen. Invisibles, pero no aquí. Visitantes utópicos de un posible museo que albergara sus pasos cansados. Y un techo ocasional.
Leo en el catálogo: “Piero di Cosimo y da Vinci aconsejan absorberse en la contemplación de esputos y de una vieja pared hasta que se establezca para el ojo un segundo mundo”. Así es cómo de una vieja raíz surgió Eria Nillopa. Y otros que tampoco salen en la foto.
En la pared se invita al viajero: “Dime algo”. Y lo dicen. Con un lápiz y en un pequeño cuadernito como de escuela antigua. Claro que luego las nuevas tecnologías ayudan a mostrar los resultados. (Por fin he descubierto para lo que sirven). Ahí están, en grupo, individualmente, solos, admirados o burlones, escépticos, ingenuos o de vuelta de todo. Esto sí es participación. Sin concursos, sin teléfono móvil al que llamar, sin premio (¿sin premio?). Eso sí habrá web con resultados. Diles algo compañero. Te queda una semana.
Gracias por mirar.