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Cartas que componen una novela

Acerca del espistolario entre Jack Kerouac y Allen Ginsberg

Hay epistorlarios que se leen como una novela. Como una gran novela. Esta es la novela de dos escritores, de dos amigos, cuyo ingenio artístico y tesón alumbraron una generación literaria con nombre propio. Esta es la historia de su amistad, admiración y respeto mutuos. También la de sus desacuerdos. La de sus bromas y sus crisis, la de sus viajes y la gente que les acompañó en el viaje de la vida. “Cartas”, recién aparecido en Anagrama es el libro de la correspondencia entre Jack Kerouac, que pasó a la historia literaria contemporánea como el autor de “En la carretera”, y Allen Ginsberg cuyo “Aullido” se convirtió en el icono de todos los gritos de una generación.
El volumen recoge 22 años de intercambio epistolar. Comienza en agosto de 1944 y concluye en octubre de 1966, tres años antes de la muerte de Kerouac. Los editores de las cartas, Bill Morgan y David Stantford, manejaron unas trescientas, todas ellas con posibilidades de acabar en el libro, pero publicarlas todas les parecía poco práctica. Se

decidieron por doscientas, las que consideraron más importantes. Dos terceras partes estaban inéditas.
El epistolario es fundamental para iluminar la obra de los fundadores de la llamada Generación Beat. Para Morgan y Stantford, las cartas constituyen el laboratorio en el que intercambiaron y discutieron sin cesar ideas en constante evolución. «Los dos conocieron -afirman- el esfuerzo, la angustia, el denuedo, el sacrificio sin fin que comporta dar forma a las intenciones literarias; y cada uno fue firme punto de referencia del otro en los buenos momentos y en los malos».
Para Kerouac, el apoyo y estímulo incesantes de Ginsberg fueron una gran ayuda así como su capacidad socializadora. Ginsberg era experto en poner en contacto a las personas entre sí. Para la obra de Ginsberg, las innovaciones de Kerouac como escritor fueron fundamentales, como él mismo reconoció: «mi poesía siempre se ha basado en la costumbre de Kerouac de trasladar directamente a la página los pensamientos y sonidos de su mente».
La escritura, la marcha de sus respectivas obras, es uno de los temas principales de esta “novela”:
«Puede que te sorprenda saber que he estado escribiendo en cantidades prodigiosas. En este preciso instante estoy escribiendo tres novelas y llevo un largo diario para cargarme las pilas. ¡Y leo…! He estado leyendo como un loco», le escribe Kerouac a Ginsberg en agosto de 1945.
Ambos amigos se ponen al día sobre lo que están leyendo. Otro asunto crucial en el poemario:
«Creo que Tolstoi no me gusta tanto como Dostoyevski (signifique esto lo que signifique) pero estoy disfrutando más con “Guerra y paz” que con ninguna otra novela que haya leído desde “El idiota”», le cuenta Ginsberg a Kerouac, un mes después.
Preocupaciones, cuando no obsesiones, de tipo filosófico y espiritual, recorren los textos, como los recorren los autores en los que buscan iluminación y alguna respuesta

posible si fuera el caso.
La identidad, «el amargo misterio de la vida» son las claves de esa búsqueda y poetas como Blake o Emily Dickinson o autores como Shakespeare, referencias constantes, como en la carta de Ginsberg a Kerouac en la que habla sobre la búsqueda del verdadero yo: «(…) Blake, Emily Dickinson y muchos otros lo describen con palabras muy concretas. “Para encontrar el camino de occidente/ a través de las puertas de la ira/ aprieto el paso: dulce   mañana me guía./ Con suave queja de arrepentimiento/ veo despuntar el día”». Ginsberg cita e incluso modifica (en vez de “dulce mañana” escribe “dulce piedad”) unos versos de Blake de su poema “Morning”.
Brillante y rápido
Ese verbo brillante y rápido de Kerouac al que Ginsberg se refiere más arriba asalta al lector de carta en carta, como en esta de enero de 1950:
«Querido Allen:
Anoche, paseando por las angélicas calles del puerto, sentí el súbito deseo de decirte que en mi opinión eres maravilloso. Por favor, no te enfades conmigo. ¿Qué es la infelicidad del mundo? Ninguna persona se da cuenta de que es un ángel. Los ángeles de Dios me cautivan y me toman el pelo».
Las visiones, la bebida, las pastillas, la escritura como necesidad, también en el caso de las cartas. Y las opiniones sobre las obras respectivas que, podían ser fuente de conflictos:
«Querido Jack:
Acabo de terminar “Doctor Sax”, me cuesta escribirte por todo lo que paso con “En el camino” y después de tu carta -difícil de aceptar o de negar la realidad de tu carta -, pero dejemos eso.
Creo que “Doctor Sax” es mejor que “En el camino” (te hablo aquí en son de paz y con buenas maneras: “En el camino” tiene un gran método original, eso es innegable) y creo además que podría publicarse, a diferencia de lo que pensé en relación con “En el camino”. “Sax” está muy conseguida en mi opinión, en cuanto proyecto acabado», escribe Ginsberg en noviembre de 1952.
La carta que cierra el libro también es de Ginsberg. Los editores justifican su elección por un deseo de “cerrar en alto” el epistolario, que aún se prolongaría durante dos años más, casi hasta la muerte de Kerouac. Se trata de una carta optimista llena de proyectos como el de llevar al cine “Kaddish” con Robert Frank: «Volveré a escribirte pronto. ¿Me amarás siempre? (…) ¡Todos somos niños! Sienta bien. ¡¡¡La palabra, por fin!!!

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Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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