“Yo, cuando publico un libro, rezo, no para tener críticas positivas, sino para tener críticas serias, como las hacen cuando hablan de los escritores». Lo dijo en 2002, en un viaje a Valladolid para participar en unas jornadas sobre la obra de Miguel Delibes. Llevaba toda una vida dedicada a la literatura como editora, el oficio que heredó de su padre, pero hacía muchos años, desde aquel lejano ‘El mismo mar de todos los veranos’, que había cruzado la frontera. Desde 1978 fecha de esa primera novela hasta el día de esas declaraciones, la literatura escrita por mujeres se había multiplicado exponencialmente. «Ahora hay muchas mujeres que escriben, y que venden mucho, y que ganan premios. Pero no nos engañemos. Los críticos siguen sin tomarse en serio la literatura escrita por mujeres». Esa mirada femenina sobre un mundo regido por hombres no la abandonó nunca, como demuestra su libro ‘Prefiero ser mujer’, en el que recopilaba los artículos que
publicó en los años 70 y 80 en la revista ‘Destino’ y en el periódico ‘La Vanguardia’.
Aquella tarde de febrero en Valladolid habló sobre Menchu, la protagonista de ‘Cinco horas con Mario’, de Miguel Delibes, un personaje que ella veía no ya como una mujer reaccionaria o ignorante, sino –lo que para ella era más significativo– como «una mujer carente de ternura».
Conocía bien la obra de Delibes, con el que mantuvo una relación de amistad. Al comienzo de la década de los sesenta le encargó un libro para una colección que aunaba la obra de escritores destacados con destacados fotógrafos. El fotógrafo elegido fue Oriol Maspons, y de la colaboración de los tres surgió ‘La caza de la perdiz roja’ y de los viajes por los campos castellanos para su realización deja constancia la fotografía que precede a este artículo.
Su vínculo con Delibes se mantuvo. Cuando dejó la dirección de Lumen y creó junto a su hija Milena el sello editorial RqueR, enseguida quiso tener al autor de ‘El hereje’ en su catálogo. Y de ese deseo surgió ‘Tres pájaros de cuenta y tres cuentos olvidados’, que junto a los cuentos aparecidos en ‘Tres pájaros de cuenta’, incluía tres relatos que andaban dispersos en revistas.
Pero volvamos a esa tarde de 2002 en la que Tusquets habló de Menchu, pero también de Molly Bloom, y dejó claras sus preferencias por Mario ante un auditorio entregado. Por entonces se estaba planteando dejar de escribir porque, decía, «solo hay que escribir esos libros que están muy justificados para uno mismo». Afortunadamente no cumplió la amenaza y debió de encontrar otras justificaciones pues aún estaban por llegar títulos como ‘Confesiones de una editora poco mentirosa’ y ‘Confesiones de una dama indigna’, por citar solo los autobiográficos.
Curiosamente una de sus últimas publicaciones también la ligaba a esta tierra. La editorial Menoscuarto reunió en 2009 toda su narrativa breve en un volumen titulado ‘Carta al a madre y cuentos completos’, que incluía cinco cuentos que la autora nunca había recogido en un libro. En total, 21 relatos, 450 páginas al cuidado del crítico Fernando Vals, para quien estos textos podrían entenderse «como un alegato a favor de la libertad y de la naturalidad de la conducta humana, frente a las dificultades padecidas por el hecho de aspirar a comportarse y vivir como se desea; en suma, una defensa de la felicidad, tema este cuya omnipresencia en la literatura española resulta más que significativa, como se percibe en la obra de García Lorca y Cernuda».
El director de la editorial, José Ángel Zapatero, se refería ayer a la autora como «una mujer adelantada a su tiempo, una editora ejemplar y una excelente escritora». Y lo hacía en un tiempo «especialmente triste» para el sello palentino, que acaba de perder a Carlos Pujol, uno de sus autores más queridos.
Publicado en la edición impresa de El Norte de Castilla el 24 de julio de 2012
La fotografía de Esther Tusquets en Valladolid es de Henar Sastre