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La 'cosa'

Me lo contó un amigo el otro día: en un bar de Sevilla han puesto un cartel que dice: «Prohibido hablar de la cosa». Son geniales los sevillanos. Pero, tras la risa, me sentí aludida. De un tiempo a esta parte cuando empiezo esta columna no sé si dejarme llevar por la ‘cosa’ o mirar para otro lado. Pienso que la gente está harta y necesita que se le hable acerca de otros temas, pero la sombra de la ‘cosa’ es muy alargada y aunque quieras zafarte acaba alcanzándote. No hay un momento de respiro.
Estábamos celebrando el otro día el vigésimo aniversario de la edición de Segovia de El Norte de Castilla y en medio de la alegría logró colarse ella sin que nadie la invitara. Ignacio Sanz, compañero de estas páginas y de tantas otras lides literarias, me comentó que La Tertulia de los Martes echaba el cierre. Y el cierre se consumó el martes pasado. Para los que no viven cerca del Acueducto y nunca hayan disfrutado alguna de sus sesiones diré que era una cita literaria con treinta años de vigencia. Treinta años en los que ha visto desfilar por su sede lo mejor de la creación literaria de nuestro país. Y no solo eso. Directores de cine, artistas, pensadores… Cultura viva y en directo, con posibilidad de respuesta, con posibilidad de debate. Como en el Hay Festival, pero en tres estaciones y sin pagar entrada. La actividad contaba con el patrocinio de Caja Segovia, así que no hay mucho más que explicar sobre las razones de su cierre. Es la ‘cosa’ en todas sus vertientes y versiones extendiendo sus garras por doquier.
Un libro recogía no hace mucho parte de esa historia porque asociada a esta actividad, la Tertulia de los Martes era también el nombre de una colección literaria (¡qué lujo! mirado desde la situación actual). Uno de los libros del ‘sello’ deja constancia de esta pequeña historia cuyos protagonistas forman un elenco de nombres muy grandes: Francisco Ayala, Eugenio Granell, Carmen Martín Gaite, García Hortelano, Juan Benet, Francisco Pino… pasaron por allí muchos años antes de darnos el adiós definitivo. Ayala y Granell eran ya  ancianos cuando se asomaron a la tribuna tertuliana pero nos enseñaron que la edad suele ser un asunto engañoso en el DNI. La misma lección que impartió José Luis Sampedro. Algunas presencias quedarán para siempre señaladas en lápiz rojo por aquello de lo poco que se prodigan. Estoy pensando en Víctor Erice. En otras ocasiones el lápiz rojo lo puso el público abarrotando el recinto (pienso en los días de José Luis Aranguren, o en Miguel Delibes, con gente sentada en los pasillos y de pie en todos los rincones).
Joaquín Díaz abrió el fuego hace ya tanto… y por esos guiños del destino lo cerró el martes Amancio Prada. No. No es una columna melancólica, por más que me contaron que había nudos en las gargantas de presentadores y asistentes. Las etapas acaban, los ciclos se cierran. No sería peligroso si  la Tertulia le sustituyera una actividad de su nivel. Pero no. En la era de la ‘cosa’ le sustituirá el vacío. Uno más, una calva más en la cabellera de las programaciones culturales a lo largo y ancho del país. He puesto un ejemplo que me resulta cercano para demostrar lo difícil que es evadirse de la ‘cosa’. Es que no hay manera.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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