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Luces y sombras de una joven escritora

El segundo volumen del diario de Laura Freixas revela su pasión por llegar a ser una autora reconocida

¿Qué hace de un diario una obra narrativa lo suficientemente atractiva como para que el lector quede enganchado en ella y avance sobre sus páginas como por una novela de intriga, aunque lo que se cuente en él no sean grandes hazañas ni aparezcan personalidades de las que marcan la historia de una colectividad? ¿Basta una vida azarosa o sorprendente para que el relato pormenorizado de sus ‘acontecimientos’ dé lugar a una narración literariamente competente? La segunda pregunta es fácil de responder. No. Un diario necesita algo más que episodios relevantes para convertirse en una narración poderosa. La primera pregunta sin embargo es más difícil de contestar. Solo la experiencia nos demuestra cómo una vida aparentemente corriente puede derivar en un relato apasionante. Será cuando el autor conecte con ese fondo vital que a todos nos alienta, y a través de sus experiencias consiga que el lector considere que está hablando de él mismo, aunque sus trayectorias vitales nada tengan que ver. Cuando un diario toca esa verdad, lo de menos ya es el género, la obra se convierte en valiosa.portada-todos-llevan-mascara-web-350x537

Me hacía estas reflexiones mientras avanzaba velozmente por el segundo tomo del diario de Laura Freixas, ‘Todos llevan máscara’ que ha publicado, al igual que el anterior, el sello Errata Naturae. Freixas es una especialista en literatura diarística. Lleva años estudiando diarios ajenos, tradujo el de Virginia Woolf y en 1996 coordinó la antología de diarios españoles que apareció en el número dedicado a este género en la ‘Revista de Occidente’. En él publicó además un artículo, ‘Auge del diario ¿íntimo? en España’, en el que entre otras cosas trataba de establecer la frontera entre un dietario y un diario íntimo y en el que al final lamentaba la actitud de la mayoría de los escritores españoles que era la de “un pudor desmedido, adusto y envarado, la de un repliegue lejos del diario íntimo hacia el terreno, menos resbaladizo, del dietario, la de una huida hacia el helado Olimpo de la reflexión abstracta, la tercera persona, la especulación intemporal, el pronombre neuro”. “Corremos, así, el riesgo –concluía la autora— de desaprovechar un género literario que ofrece posibilidades inmensas”.

Como si hubiera querido aprovechar su propia lección, Laura Freixas sostiene en su diario la actitud contraria, mantiene a raya el pudor y hace gala de una gran sinceridad. En este segundo volumen, que abarca los años 1995 y 1996, Freixas no sólo avanza como escritora, sino que ese avance se refleja también en este tramo del diario, más potente y con más peso que el anterior. La escritora acaba de publicar su primera novela, su primera hija es todavía poco más que un bebé, y las relaciones con su pareja, aunque no exentas de discusiones, son satisfactorias. Pero su deseo de ser una escritora reconocida es fuente a menudo de ansiedad y, según confiesa sin rubor, de envidia hacia esos autores cuya obra sí ha alcanzado ya el aplauso general. El psicoanálisis ocupa también su espacio en estas páginas. Por otro lado, su apuesta por la literatura, que le ha hecho abandonar sus trabajos editoriales, es una apuesta arriesgada: no es fácil tener independencia económica cuando las colaboraciones no llegan o no se pagan y la falta de dinero es también una preocupación en estas páginas.

La vida de Freixas gira en torno a la literatura. Su actividad como crítica literaria le pone en contacto con sus iguales y es fuente de reflexiones. La autora de ‘Último domingo en Londres’ ha leído ese apasionante documento novelado de Elizabeth Smart que es ‘En Grand Central Station me senté y lloré’ y ha quedado fascinada por ella. De ahí su decepción cuando lee la segunda, ‘The Assumption of the Rogues and Rescals’, en la que cree que la escritora está quemada por las circunstancias de su vida y que ha perdido ese brillo generoso y arrebatado de su primera novela. Las reflexiones que deja acerca de esta lectura son suficientemente esclarecedoras de su relación con la escritura: “Mi conclusión egoísta y personal: escribir antes de que sea demasiado tarde, disfrutar de esa riqueza que bulle dentro de mí, darle salida antes de que la decepción, la sequedad, el temible aburrimiento, hagan mella en mí. Expresar, ahora que todavía –y no sé por cuántos años— la siento: esa riqueza: lo desaforado, lo misterioso, lo poético, incluso lo angustioso, que es su otra cara. Antes de que sea demasiado tarde, de que me haya vuelto demasiado adulta, de que me parezca que no hay gran cosa que temer ni que esperar”.

Estamos pues, ante un verdadero diario íntimo, valiente y sincero, cuya lectura es apta para quienes aprecien la buena escritura y sepan apreciar que un diario es en el fondo la ‘novela’ de una vida, pero que se vuelve especialmente recomendable a quienes comparten con ella la pasión por esas dos caras de una misma moneda que son la lectura y la escritura.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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