ESTA ES MI COLUMNA DIARIA EN LOS MÁRGENES DEL FESTIVAL
MATT NO VA DE ESTRELLA EN LA ‘SEMINCHI’
A ver, repitan conmigo: “SE-MIN-CI”. (O sea, “Se-min-zi”). No sé en qué momento empezaron a cambiarle el título al festival. Javier Angulo, su director, tampoco. Pero ayer cuando en un corte televisivo oí a José Coronado decir ‘Seminchi’, pensé “Todo está perdido”. Hay varias teorías sobre la causa de esta desviación fonética. La mía es que estamos tan invadidos por los idiomas extranjeros (casi solo por uno, es cierto) que ya no confiamos en que algo pueda sonar a castellano. Seminci, “¿será italiano?” Pues no, ya saben, Semana Internacional de Cine (de Valladolid): SE-MIN-CI. Fácil, ¿no?
Bueno, cuestiones idiomáticas aparte, ayer había dos hombres (había más) poderosos en la primera jornada del Festival. Pero, como José Coronado ya es de casa, yo solo tenía ojos para Matt. Dillon va de chico normal, aunque eso sí, se hizo esperar en la rueda de prensa como las grandes estrellas. Pantalón, camiseta y cazadora negra y ese aire desgarbado como de ‘pasaba por aquí y aunque haya trabajado a las órdenes de gente como Coppola, Gus van Sant o Lars von Trier, y haya conseguido dirigir mi propio cine, en realidad sigo siendo un chico de barrio que no se lo ha creído’. Traducción libre mía de su lenguaje gestual durante el photocall (perdón, durante el posado).
También durante la rueda de prensa estuvo agradable, pero sin estridencias, contestó a todo lo que se le preguntó, aunque le costó trabajo hablar de Trump, cuestión difícilmente evitable cuando nos llega un sufrido habitante de EE.UU. Dijo que Trump no le gusta pero que no ve líderes capaces de cambiar el mundo: ¿dónde están?, se pregunta sin hallar respuesta. Lo de ‘representante del cine independiente norteamericano’ es una etiqueta con la que tampoco se identifica mucho. Dice que está orgulloso de algunos de sus trabajos y de otros menos, que lo suyo es meterse en la piel de sus personajes para contar otras vidas, que, si luego la película es un éxito de taquilla, pues tanto mejor, y que, al fin y al cabo, “hay que ganarse la vida”. Esto lo repitió un par de veces y es algo que se entiende en todos los idiomas del mundo.
Estábamos en el Patio Herreriano así, como en familia, a gusto, y eso que la organización, muy en su papel, decía “hay que despejar el pasillo”, como si fuera a pasar el mismísimo Trump con escolta y todo y hubiera una muchedumbre aguardando para ver si su color de pelo es natural.
La que faltó a la cita por problemas de salud fue mi admiradísima y, esta sí, poderosísima mujer Margarethe von Trotta. Cuánto me hubiera gustado agradecerle en persona tantos grandes momentos de cine.
En fin, Angulo se ha calado la gorra negra de director y eso quiere decir que no hay marcha atrás. Atracón de cine al canto y que Dios reparta suerte (Y que me perdonen la frase los antitaurinos).
(Publicada en la edición impresa de El Norte de Castilla el 21 de octubre de 2018)