Ojos azules en Kabul es una novela de Anabel Botella, publicada por la Plataforma Neo.
Una novela que tiene como protagonista esencial a una niña que perderá la inocencia ante nuestra mirada, porque es diferente. Una niña que sufrirá por su diferencia en un país donde todo se iguala mediante la literalidad de la palabra heredada en boca de los que la guardan. La diferencia de esta niña, va a ser el detonante de la crueldad con que la tratan para conseguir hacerla igual, porque sólo si sufre podrá lograr que los demás se compadezcan y le otorguen el perdón. Sin embargo, nos reencontramos con la protagonista años después, lejos de su lugar de nacimiento y sufrimiento, integrada con su diferencia en una sociedad que no lo otorga compasión, sino el amor.
La novela de Anabel Botella no pretende que tomemos conciencia de una situación particular del trato a la mujer, y a lo desigual, por participación, y que nos rasguemos las vestiduras desde este occidente falsamente solidario por lo que ocurre en ese lejano, lejano oriente. Más bien, lo que pretende es que su novela nos explote en las manos como una bomba y nos cause pánico. Pretende sin duda abrirnos los ojos más allá de que mecánicamente procuremos dar una limosna solidaria a la protagonista de la historia, Saira. No, no creáis que será una lectura donde se os pedirá vuestro apoyo a esta mujer Afgana que sufre sin que nadie lo sepa.
No, no será una lectura fácil de esas de publicidad rosa y fácil, con la cara prestada por la realeza, donde al final se os da un número de cuenta y con eso cubrís el expediente. No, no es la novela de una activista política que pretende crear activistas que la acompañen en una campaña contra la esclavitud, el horror de la igualación, el asesinato sistemático de lo diferente. No. Os digo que es algo mucho más duro, una carga de profundidad contra nuestra ceguera provocada por el buen vivir, una bomba a un corazón, el occidental, que se maneja tan mecánicamente como sus cachivaches tecnológicos, un misil a unos oídos empapados de la cera de las cotizaciones bursátiles.
Todo esto lo comprenderéis en la contraposición dualéctica de Saira arrastrada por Ramin en Kabul, y su correlato contradictorio en Valencia, con una Saira repleta de amor, pero un amor nacido en el sufrimiento, por lo que resulta doblemente maravillante. He ahí el interés que posee esta novela y que debiera
Como habréis comprendido, la novela se sitúa en dos ambientes distintos, y en dos órbitas sentimentales distintas. En la primera, prima la seriedad, el dolor, el sufrimiento, perfectamente delineado por la propia cultura Afgana, a la que se presenta con fundamento en un trabajo de investigación arduo y digno. El segundo ambiente es una nube de color rosa, una habanera de amor que emerge y se sumerge en una Valencia de luz y tracas de sonido triunfante. Lo curioso es que estos dos ambientes no son independientes, sino, muy al contrario, funcionan, y he ahí la originalidad de la novela, como realidades complementarias la una de la otra, como los espejos distorsionantes de las ferias de los pueblos (que no dejan de ser bombas para aquellos que se miran en ellos)
La seriedad del sufrimiento y la veleidad del amor, unidos por ese quicio de sentimentalidad que es la propia Saira, y que hacen que la novela sea al tiempo un conato de sufrimiento y un arrojo de amor, y esto es lo que compromete a que hablemos de una novela bella. La seriedad del sufrimiento en Kabul, con esa escritura dura, un lenguaje que se compone de palabras como explosivo plástico, frente al lenguaje luminoso y puro cuando nos trasladamos a Valencia. Pero no se da el uno sin el otro, y he ahí la elegancia agradable de esta novela, que, sin duda, puede considerarse una lectura que emociona y que puede registrarse en nuestra memoria como lo esperado frente a lo imprevisto, el aguante para lo inopinado, el sufrimiento frente al amor.
Una novela agradable de leer, que merece el tiempo que le dedicamos.