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Xoel Prado - Antúnez

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Coppini: espíritu punk, voz de Till

Falleció Coppini, que no murió. Quien tras de sí testamenta un legado tan rico por realizar, no puede morir. Lo trasmití en la mesa de Navidad, acaba de morir Germán Coppini, y fue mi hijo quien me precisó, fallecido, que quien ha construido un mundo personal y poético de tan extraordinaria riqueza, permanece siempre en los ojos de la gente.

Mira tú por dónde, ahora sí podemos mirar a los ojos de la gente.

Nos enteramos por Costas, la misma noche del fallecimiento, que lo anunció en un gorgojéo cruel. Harto increíble, prefería pensar que se trataba de una equivocación o algo así. ¿Cómo podía morir de repente alguien que tiene sólo dos años más que el que esto escribe? Sin embargo, otro texto breve de Costas no permitía lugar a hurgar en la duda, había fallecido y nadie se encontraba con humor de contar nada.

Coppini con Costas y Hernández fundan Siniestro Total, al carón de un siniestro real y total. Conocemos así la voz grisácea del cantor que lucía con la misma protocolaria inercia y desgana, una gabardina trescuartos mientras le picaba un huevo o un traje de ejecutivo vagante al tiempo que exigía con floja flema en la voz, un chupito de amor. Una voz grisácea y ociosa, que había tomado la determinación de ser ella misma lo grisáceo en sí, para que el resto del mundo ya no fuese mudo y colorease su voz de lo primario. De lo más primario.

A la vez, cálida la voz, que envolvía como el fluido donde se gesta la vida, amniótico. Una envoltura amniótica que invitaba a romper las costras de otrora para edificar un mundo sin resentimiento. Una invitación a que realizásemos lo mejor que sabíamos hacer, es decir, nada. Ah, ¿sí?, pues a hacer nada.

Aquella grisácea calidez que nos permitió acceder a qué consistía la movida, así mal llamada, porque consistía en una inacción despreocupada en la que tanto valía el roto como el descosido y el moco y la ladilla y el pedo y la putilla. La movida que consistió en moher lo patéticamente hipócrita que se había heredado del dictador de palio y palo, y que hoy está de nuevo presente en lo políticamente correcto.

Aquella grisácea calidez que era poética de la imaginación y del desgarro nos mostraría, a través de melodías de un minuto, precoces como Ulises, que la movida prendía en algo interno y era brote psicótico esquizofrénico de le mejor cepa, como se diría del dada, y aunque se denominó punk, es como decir dada.

Aquella grisácea y cálida voz que flotaba sobre una ría, como la ciudad que la vio surgir por vez primera en la Navidad Rock de 1981, Vigo, y que se convirtió en vigía de esa nueva navegación interior, mal llamada movida. Vigo, pero también Lugo y Bilbao y Gijon y Hawai, desde donde la transmitió para el mundanal silencio, Ordovás (el nombre al que escuchaba todo el mundo, incluso los que se hacían los sordos porque eran de otro caudillo)

Aquella grisácea y cálida voz que persistió en su internalización a la búsqueda de la mismísima imaginación, para encarnarla, y que fructificó en aquellas músicas poéticas que se adelantaron incluso a este tiempo, Golpes Bajos.

Aquella grisácea y cálida voz que persistió en su afán de ser voz que flotara sobre una ría y navegara hacia el futuro, trayendo ya un mensaje que era un masaje que no supimos recibir, habrá malos tiempos para la lírica, habrá un momento en que las ciudades no floten sobre las rías ni los ríos, llegara aquel día fatídico donde se mate al rock en beneficio del Beneficio, creando voces frankenstein.

Aquella grisácea y cálida voz, repleta de talento, que era ya gran voz, alertó sobre los fantasmas del futuro, no sólo con el advenimiento de los tiempos sin lírica, sino con la desgracia de que todos los que se confabularon en aquella movida interior que se denominó movida, se transformarían en grandes desconocidos, lo que propiciaría aún más si cabe, la llegada de estos tiempos adadaísticos, postpunkis, de vocecillas que tienen la calidez impostada.

German Coppini nació con su voz en el Nadal rock de 1981 y se nos oculto en un Nadal sin rock del 2013, indicándonos sin duda, que debiéramos recuperar aquella movida interior de una vez, y que dejásemos de ser desconocidos.

Los dioses de la infancia parecen dormidos, acobardados o han declinado nuestra compañía.

Geman Coppini y golpes bajos

 

Postda:  Dedico este poema de Perdurablemente Anfetamínico, a Coppini. Como ninguno de los poemas poseía título, este lo gana, Canción Coppini

Todo vivía lleno de ángeles, arcángeles,

nuestras venas de elípticos daimones,

oscuras petulancias, los ojos oquedades,

nada hallamos que no fueran obviedades.

 

Que debíamos la voz y la centena,

la falange del dedo meñique, al chatarrero,

un beso al contrahecho portero,

el humor y la hierbabuena.

 

Todo estaba lleno de ángeles, arcángeles,

rubias que miraban luctuosas al rictus bucal,

danzantes que equivocaron el paso al saltar,

enmiendas a un político que conoce a Satán.

 

Que debíamos el cereal, el lúpulo,

el horror y el tomillo,

una caricia al rebocillo,

el hedor al jardinero sin escrúpulo.

 

Todo estaba lleno de ángeles, arcángeles,

comprobaciones del aire infectado,

conexiones a dioses sin errores,

cuentos, cuentas, el cuerpo detallado.

 

Subí riscos, bajé salinas, la vida: ociosa.

 

Degustar la lectura, el teatro y el amor/humor

Sobre el autor

Obscuro como él solo sabe serlo, seductor vespertino y a veces matutino.


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