XX Premio de Novela Luis Berenguer. Algaida, Sevilla, 2011. 358 pp. 20 €
He finalizado la novela de Pedro de Paz, la senda trazada. Sé de otras novelas que ha publicado este autor, como “El hombre que mató a Durruti” , “Las muñecas tras el cristal” o “El documento Saldaña”. Cualquiera de esas novelas vale el tiempo de leerlas, por supuesto. Pero, centrémonos en La senda trazada, a la que, como veis, se la otorgó el XX premio de novela Luis Berenguer. Una novela que cualquiera por su portada, la cataloga de género, y negro por supuesto. Pero más bien podría decirse que es novela turbia, como el bien ribeiro de mesa, de la casa, que lo dicen. No en balde, lo interesante de la novela comienza por su personaje principal, un mediocre fotógrafo, que, como se autoproclama frelance, se cree la reencarnación de Brasai. Como dirá Sócrates, quién si no, nosotros mismos somos este personaje principal, nuestra vida paupérrima, vulgar siempre, y que nos hunde en la desesperación porque no hayamos ese triunfo buscado. Y mientras llega o no llega ese famoso triunfo que con denuedo buscamos, huimos como el humo de los perseguidores acaudalados que pretender que nos convirtamos en caudal de su caudal. Y aquí se inicia la originalidad de esta novela, cuando el personaje principal, Alfonso Heredia, accede a Nostradamus, San Germain y Alesteir Crowley en un sólo libro encuadernado pero escrito hasta cierta página.
Vaya que cuando peor estamos y hasta con los acreedores en los talones, la compasión por nos, proviene del mundo mágico, de las librerías de viejo que surgen de la nada en los barrios más viejos. Y hete aquí que, de la noche a la mañana nos vemos con todo el oro del mundo en las manos. Dicho lo cual, sabemos que no se hace camino al andar, sino que la vida es una andanada de hostias que podemos evitar si sabemos leer en los libros (en todos los libros) las pistas que nos van dando para que hallemos ese tesoro que es lo que esperamos durante toda la vida, esa eterna necesidad del conocimiento, en este caso, del quién y el qué nos descubre el descubrimiento, quién ha dado ese paso adelante para ponernos ante los ojos la realidad – la verdad está al otro lado, en los criptomágico, en lo intramundano, en lo “cismundano” diría Álvarez de Miranda.
Y aquí comienza la parte frenética – pausada de la novela, la necesidad del descubrir, de olvidarse por un instante de las revelaciones, para saber quien es el rebelderevelador de todo esto. Y perdemos el significado del mundo – esas amistades que pos egoísmo mantenemos, porque nos mantengan – para hacer emerger el sentido de todo lo que sucede, sobre todo del porqué a mí: del egoísmo al egolatrismo, que son distintos con ser el mismo ego.
La belleza de esta novela reside en que todo lo que hemos apuntado que oarece suceder lo ahce en imágenes. Sí, amigos, uno va viendo el suceder de las frases como un suceder de imágenes: es un libro en film, poque cada letra, cada frase, el conjunto de la novela, se muestra como un agradable film lance, donde va aconteciendo la realidad posmoderna de la liberación, la contrarealidad amoderna de la liberalidad mágica, la necesidad de robar a los demás su egolatría y el desenlace apropiado para todo este maremagnúm de puro rockandroll y que dejamos a la mirada indiscreta del lector de solapas, cuando la solapa se acaba y exige que se siga más allá, hacía la blanca página escrita que es como la negra pantalla cinematográfica donde se va a representar la ascensión siempre en caída de otro Heredia. A leerlo nuevo o de nuevo, si ya lo leíste.
JM. Prado – Antúnez