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Xoel Prado - Antúnez

Oliendo páginas de tinta

En la televisión

La televisión que se realiza en la actualidad es de índole visionario – en el doble sentido de la palabra. Visionario quiere traducir a vouyaer, el que mira, pero también a la manera de realizarla los profesionales de la misma, que tratan de dar una visión del mundo futuro, a medio camino entre lo apocalíptico y lo meramente violento. No se trata ya de realizar ninguna actividad poterior a la visión de la televisión. Se trata de mirarla por mirarla y satisfacer el “mono” de ver. No nos debera extrañar nada si alguien nos informase que hoy la televisión excita los mismos lugares neuronales que la cocaína, el alcohol o el LSD. Incluso, más bien, los lugares de este otro, pues el caracter de la televisión y que quiere implementar en quien la ve es lo alucinatorio. 

Antiguamente, la televisión nació como espectáculo alucinante. Se le comunica a la gente todo lo que se podía hacer con aquellas antiguas cámaras de 1950 y los estudios desde los que se emitía. Se le informaba a la gente de lo que ocurría en la otra parte del globo terráqueo y a media calle de sí mismo. Una televisión espectáculo, que era capaz d trasmitir la informacións casi según se producía, al momento. Valga como ejemplo de esta televisión, la emisión mundial del alunizaje en el satélite de una sola cara. A todo el mundo se le quedo la mirada ojiplática, sintiendo que asistían a un acontecimiento Mundial, de esos irrepetibles. El mundo entero pendiente de una pantalla televisiva, que es donde se encontraba la noticia que impresiona. Alucinante.

Enseguida, la televisión vio un territorio virgen, el cultural. Podía transmitir a las personas todo lo que deseara y lo que ellos quisieran. Y la televisión de los setenta y ochenta se tornó educativa. Una televisión que pretendía acercar al público que se sentaba fente a ella en el sillón, los grandes acontecimientos culturales que se estaban produciendo y las pequeñas opiniones de los intelectuales, esos mismos que se esforzaban por llegar al mayor número de personas a través del rotativo diario, de su columna de opinión. Un salto inmenso, tan grande como el que diera Amstrong y al propia televisión en la década anterior. El ejemplo básico fue la llegada del documental, coon ejemplos variopintos, pero el más importante, El hombre y La tierra. Y en cuanto al intelectual que adquiere relevancia, La Clave, de Balbín.

De repente, la televisión varió hacia un aspecto lúdico y ludopático. El juego. Un terreno abonado para aboanr cantidades ingentes de dinero a quien llegara a la final, compitiendo contra otros. El caso es que se pretendía hacer ver que todos ellos eran televidentes evidentes, que habían sido elegidos porque ellos mismos se habían presentado a la selección. Y a la vez una televisión grandilocuente en sus programas de entretimiento. Entretener, parecía ser la consigna en los noventa y en el inicio del milenio.

El rumbo ha variado hace poco. La televisión ya no emite ni información nicultura ni ludopatía ni grandilocuente entretenimeinto. Emite imágenes de mil maneras distintas aunque siempre la misma – porque todo se repite como la morcilla del pueblo de  A.González . Una imagen que es para calmar la mente del que precisa su “chute” diario de imágenes. Las que sean, pero rápido. Hasta la nostálgia por lo anterior comparece como imagen calmativa, hoy.

La televisión no nos sorprende ni nos educa ni nos divierte, sólo nos seda con imágenes como agujas hipodérmicas saciantes.

 

 

Degustar la lectura, el teatro y el amor/humor

Sobre el autor

Obscuro como él solo sabe serlo, seductor vespertino y a veces matutino.


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