Lugo: hay tanta historia por debajo de su suelo, que el tiempo se ha parado – y hasta los relojes se detienen y no vuelven a marcar la hora.
Lugo: un tablero de ajedrez con cuadrículas romanas y celtas. Cuando pisas el suelo lucense, te conviertes en peón celta o en alfil romano. ¡Elige bien tu cuadrícula, que arde lucus!
Lugo: un ovoide torque inscrito en el ombligo de una mirada luminosa que se eleva sobre el mundo.
Lugo: un óvalo de piedra donde el Obispo limpia tus pecados al lavar tus pies descalzos y los de las prostitutas ingenuas – instante eterno.
Lugo: corre una brisa de palabras suaves que te agradan en el oído como las notas de la flauta del hipnotizador de cobras – y te desarma.
Lugo: rosquilla de feria.
Lugo, un foco de luminosidad vertical, que es faro ciclópeo para las almas de lluvia y piedra, perdidas en las lamas y que siempre retornan al carón de su muralla.
Lugo: un millón de páginas de piedra escritas con lluvia de almas lucenses, te hacen enorme.
Lugo: la densidad del Miño que anima a navegar la luz.
Lugo: circunvalada por un río, circulada por una muralla – toda ella es ribera.
Lugo: un fluir de rondas que confluyen al mismo lugar – a las lágrimas del Miño.
Lugo: se ha elevado desde el fluir del pragmatismo romano (padre Miño) hacia el bosque del romanticismo celta (petrificado en su muralla)
Lugo: puertas abiertas que abren al mundo: un cruce de caminos que lo unifica.