El cine del 2012 se ha caracterizado por lo que ya viene siendo una constante: mucha maqueta por ordenador, mucho remake, rehecho que es un deshecho, un muchos encantos y nada de interpretación. Se salvan muy pocas películas que lleguen al corazón, que toquen la fibre sensible. Porque el cine siempre ha sido iluminar los afectos – historias que impactaban con su desarrollo afectivo envolvente. Si me baso tan sólo en eso, salvaría de este año, Arrugas, de Ignacio Ferreras, una película de animación de verdad, que nos introduce en el tema de esa vejez tan larga que tenemos ahora y con la que no se sabe bien qué hacer. Nos involucra en sus sentimientos de pasado y presente, sabedores que el futuro son sus recuerdos. Mi semana con Marilyn, por lo que supone desde el punto de vista biográfico; War Horse, una película impecable, buen guión, excelentes paisajes y tremendas interpretaciones, dentro de un quehacer técnico espectacular. Tenemos que hablar de Kevin, con el tema de fondo de la paternidad y todas sus dificultades, recortado sobre la negatividad absoluta de la sociedad norteamericana, que premia el individualismo. Un lugar donde quedarse, excelente intepetación de Sean Peen, como un gótico prejubilado que se introduce a investigar lo improbable, pero sin la sagacidad de su padre. Encantadora. Lo imposible, una muy buena película, excelente, donde el azar óntico se convierte en destinación ontológica y entonces cuando algo ocurre por azar es imposible aplicar sobre ello la razón abstracta ya que sólo admite la afectividad aludida. La comprensión implica al afecto más que a la razón. El hombre de las mariposas, a pesar de que la sociedad se base en la violencia podemos transformarla en una sociedad del afecto: una película con mucha, mucha luz y que merecería ser reestrenada en seiscientas salas a la vez para que aprenamos – porque es una película muy epdagógica. Luego, El chef, la receta de la felicidad, El cuerpo, y Las sesiones, completarían esa lista de diez películas que han marcado el 2012.