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Xoel Prado - Antúnez

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Django, el de la d muda

Es evidente que todo elmundo va a estar de acuerdo en que la última de Trantino es una genialidad, que no hay director como él que te pegue durante tres horas a una butca de cine y te mantenga expectante aunque no suceda nada en el dicurrir normal de la historia adicional que te propone, a parte del film que te presenta. Todo el mundo va a acordar y consensuar que no hay actores hasta que no trabajan con Tarantino, y recordarán como el buen tipo que es Travolta alcanzó su orgásmica actuación en Pulp fiction, y que Samuel L. Jackson sólo con Tarantino se semeja al actor que es, más allá no parece que ni interprete. La música de las películas de Tarantino pasan al inconsciente colectivo y se manifiestan en cualquier momento, pero fundamentalmente en la ducha o mientras visitas tetramensualmente a la mujer casada y con dos hijos que atender, refugiados en tu hotel. No hablemos ya de la ssabia elección de canciones que forman parte ya del elenco popular, las más tatareadas. Y no quiero deciros nada sobre su cine según Hitchcock, que le impele a plantarse en alguna parte del film como parte de la historia que cuenta, y que nunca parece tener la importancia debida, porque no la tiene, por supuesto. Por todo ello, mis amigos y vostros habéis declarado al Tarantino bueno  un genio y no me permitís que explique nada de él, salvo pena de excomunión cinematográfica. Incluso ponéis en duda la veracidad de la afirmación “yo sí he visto pelis de Tarantino”.

Para mí Tarantino no es más que un ineligente fabricante de pastiches. Coge de aquí, pone de allá, hallá acula, y equilicuá, ya tenemos el monstruo. El monstruo se ha denominado de muchas maneras, Reservoir Dogs, Pulp Fiction, Kill Bill, Malditos Bastardos, y ahora Django desencadenado. No acaba de salirle la película que el desea y como el la precisa, y por ello ha de repetirla con distintos recortes y con distintos trajes, si lo deseais, con precisos géneros. Desde el cine de gangsters pasado por la paleta de Billy Wilder, hasta este film que nos ocupa hoy, este Django con tintes de Dennis Hooper/Peter Fonda. Un pastiche psicológico, porque Tarantino vive el mundo como si fuera un cine y la realidad no existiera; porque Tarantino es un perpetuo adolescente que a la búsqueda de su propia identidad prefiere vivir como si fuera otros, y profundamente. En el cine de Tarantino no se sabe donde comienza la vida y en la vida de Tarantino nunca se acaba el cine, porque cine y vida, son una misma facies fenomenológica.

Un fabricante de pastiches. Bien sabe Tarantino que a todos nos encanta la serie B y la serie Z, y que son las pelñiculas que más disfrutamos. Nada de intelectualoides films nobles sobre el árbol de la vida o sobre the master. Lo que nos provoca un buen orgasmo fílmico es ver como los actores se martirizan a sí mismos en la búsqueda de la mejor frase, del mejor chiste, de los quince minutos de gloria. Esos mismos quince minutos que Tarantino se concede a sí mismo para soltarse en el mundo como una gracia de Rubens, desnudo de alma y sólo una corporalidad hiriente, como en abierto Hasta l amanecer. Por eso en las películas de Tarantino no ocurre nada, es como si ocurriese pero en realidad ya ha ocurrido en las películas de Sergio Corbucci, en este caso. Por eso en als películas de Tarantino no hay violencia ni sexo ni besos ni muertes, es como sí los hubiere, pero esa violencia te remite a la violencia original de las obras que pastichea.

Un buen fabricante de pastiches, y por eso me ecanta ir a ver sus películas, porque es la manera de disfrutar del cine dentro del cine y que remite al cine. Es como si la vida normal y corriente que vivo todos los días desapareciese de verdad de la realidad y hablásemos de otra cosa, de otra vida, de aquella que yo puedo fabricar a mi gusto, que Tarantino fabrica al gusto propio, y vosotros al gusto que deseeis, incluso podéis hacerla a disgusto de todos. No hay límites, y quiza hay encontremos la semilla de la genialidad Tarantinesca, en la ausencia de límites formales a la vida.

La película hubiera alcanzado una total ilimmitación si la hubiera podido interpretar José Bódalo, en el papel de malo malísimo, qué deleite final para la ilimitación fílmica. Disfrutar, con d muda, claro, del cine diluído, con d fricativa.

Degustar la lectura, el teatro y el amor/humor

Sobre el autor

Obscuro como él solo sabe serlo, seductor vespertino y a veces matutino.


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