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Recuerdos de Oviedo: Y entonces llegó Gabino

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“Me duelen la cabeza y el universo”. (Pessoa)

Último domingo de mayo de 1991, elecciones autonómicas y municipales. En Asturias, el PSOE, tras la retirada de Pedro de Silva, presentó como candidato al Gobierno llariego a Rodríguez Vigil. Y en Oviedo, Masip, después de dos legislaturas como regidor carbayón, perdió la Alcaldía, que iría a parar a manos de Gabino de Lorenzo, si bien, al no disponer de mayoría absoluta, contando con 13 concejales, tuvo que entenderse con los dos ediles del CDS. Por su parte, Masip obtuvo 10 ediles e IU, 2.

Y entonces llegó Gabino. En sus comparecencias públicas, se reclamaba un hombre pragmático que no estaba por la labor de malgastar su tiempo en divagaciones políticas. Se trataba, según decía, de ir a lo práctico, de hacer obras. Y además tuvo la suerte de contar con no poco dinero en la caja municipal. Obra tras obra, acera tras acera. Inauguraciones sin cesar. El primer edil de Oviedo sentaba las bases en su primera legislatura para conseguir mayorías absolutas abultadas. Menos palabrería y más obras, parecía ser su lema. Desde luego, como orador, no era precisamente un Castelar. Sin embargo, al decir de muchas personas, era simpático, incluso gracioso.
Pero lo sorprendente del caso fue que, en una ciudad tan cuidadosa de las formas como Oviedo, aquel primer edil se comportaba con una chabacanería excesiva. Desde luego, lo versallesco no estuvo en su manera de actuar. Aun así, el conservadurismo vetustense lo aceptó y lo amparó. Aun así, se ganó la simpatía y los votos de no pequeña parte del pueblo llano.
Por otra parte, Masip parecía batirse en retirada. Y Gabino iba a lo suyo: a hacer obras. Cierto es que, con la peatonalización de muchas calles, consiguió que Oviedo fuese una ciudad cómoda para pasear. Distinta cosa es que su estética, tan abigarrada y chillona, dejase bastante que desear. Ahora bien, resulta innegable que la estética gabiniana no sólo se impuso en Oviedo, sino que además acabaría extendiéndose al resto de Asturias.

Y entonces llegó Gabino con su estado de obras a lo Fernández de la Mora, con su populismo, con su aparente espontaneidad tan del gusto de mucha gente, con sus apoyos mediáticos, con su casticismo, con sus chistes fáciles y – por qué no decirlo- con su brocha gorda.
1991. El PSOE estaba en su apogeo en España en vísperas de los grandes fastos del 92. La guerra fría había terminado y todo parecía llevar el camino conducente al llamado pensamiento único. Mientras tanto, Oviedo era una de las pocas capitales de provincia españolas con un Alcalde del PP. Y, en lo que se refiere a Asturias, nuestra capital era una isla del partido conservador, con Alcaldes socialistas en las ciudades más pobladas.
Algún día se contará con detalle la intrahistoria de la derecha carbayona que eligió a Gabino de Lorenzo como líder, un Gabino de Lorenzo cuyo estilo – insisto- compaginaba muy poco con el conservadurismo tradicional ovetense.
Nadie podría imaginarse entonces que estaría tanto tiempo al frente del Consistorio carbayón. Y lo más paradójico de todo fue que le hizo perder la mayoría absoluta un ex correligionario suyo en el mismo partido, un político que también basaba parte importante de su discurso en las obras.
El PSOE nunca desbancó a Gabino, sólo Tolivar podría haberlo hecho, si no fuese por el juego sucio que se hizo en su contra y también por determinadas trapacerías de las que fue objeto y que se urdieron desde su propio partido.

Pero ahora toca hablar del momento en que Gabino se hizo con la Alcaldía de Oviedo. Tan pronto tomó el mando, empezaron las obras continuas, entre ellas, la peatonalización. Lo llamó “plan de choque”, todo un reclamo publicitario que, a decir verdad, no era demasiado original.
Por otra parte, no hay que perder de vista que su largo periodo con mayorías absolutas se fraguó en aquellos primeros cuatro años en los que, estado de obras aparte, demostró que sabía muy bien cómo ganarse adhesiones inquebrantables, no sólo mediáticas aunque también.
Y entonces llegó Gabino. No mandó parar, sino todo lo contrario. Y aquello le funcionó; tanto fue así que, andando el tiempo, sobreviviría electoralmente al “catastrazo” que llevó a cabo cuando obtuvo su primera mayoría absoluta. Tanto fue así que sus ausencias tan repetidas en los Plenos no le pasaron factura electoral hasta 2011.
Y entonces llegó Gabino. Lo dicho: sorprendía que la derecha vetustense tuviese como líder a un personaje cuya estética estaba más cerca de la ramplonería que de la elegancia. Sorprendía también su alto grado de entendimiento con personajes como Villa.
Más de una vez me pregunté si el conservadurismo vetustense veía en Gabino a una especie de centurión al servicio de sus intereses. Probablemente, algo de eso hubo, más bien, mucho.
Camisas de color salmón. Locuacidad incesante. Y, al final de su primera Legislatura, se encontraría con dos grandes regalos en el 95. A saber, la mayoría absoluta, así como con don Álvaro Cuesta de principal opositor.
Rodeado, por lo común, de un pequeño grupo de aduladores, en su primera legislatura, fue más peripatético que nunca. Había que andar, había que ejercer el control sobre tantas y tantas obras. Y dejarse ver, al tiempo que el apoyo mediático no le faltaba.
Aun así, no se contaba con que su ciclo político durase tanto. En todo caso, no se lo pusieron difícil para sentar las bases de una mayoría absoluta abrumadora.
Entonces llegó Gabino y convirtió Oviedo en su feudo político hasta que Cascos irrumpió en la vida pública asturiana con un nuevo partido político tan personalista como efímero, que provocó, no obstante, la caída de nuestro personaje, que se encontró con el paracaídas de la Delegación del Gobierno. Desde su cargo, no habla de cerco a Oviedo, no puede hablar de ello, y nos regala perogrulladas en los actos oficiales.
Historia e intrahistoria de Oviedo en la que Gabino de Lorenzo ocupa mucho espacio en las dos últimas décadas.

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