La importancia de la Red Natura 2000
Alfonso Balmori, Biólogo
Publicado en El Norte de Castilla el 5/9/2013
Mientras los acontecimientos diarios acaparan nuestra atención, impidiendo captar un horizonte alejado de la aguda crisis actual o de los incendios veraniegos, y el viento nos trae un humo lejano que envuelve como bruma el paisaje oscureciendo de nubes grises el cielo y recordándonos las íntimas relaciones que vinculan acontecimientos muy distantes, algo más trascendente y duradero se va fraguando sigilosa y paulatinamente en Europa. La creación y organización de la Red Natura 2000 es la más ambiciosa iniciativa de coordinación de espacios protegidos que ha tenido lugar en la historia, nacida de la inquietud mostrada por los ciudadanos europeos ante el progresivo deterioro de los hábitats naturales y la vida silvestre e incluye actualmente más de 26.000 lugares, aproximadamente el 18% del territorio de la Unión Europea, con una extensión equivalente a la suma conjunta de las superficies de Alemania, Polonia y Chequia. Se calcula que los servicios ecosistémicos proporcionados por esta Red en forma de agua dulce, sumideros de carbono, polinizadores, oportunidades de turismo y ocio etc. alcanzan un valor de entre 200.000 y 300.000 millones de euros.
Como buen exponente de un desarrollo respetuoso y moderno, los lugares Natura 2000 actúan como un imán para los visitantes, lo que a su vez contribuye a diversificar la economía local y a estimular las inversiones. Se calcula que entre 1.200 y 2.200 millones de personas visitan lugares de la Red Natura 2000 cada día, lo que genera entre 5.000 y 9.000 millones de euros de beneficio al año procedentes de las actividades recreativas.
La cuarta parte de la superficie de nuestro país y el 26,13 % de la superficie total castellanoleonesa (170 sitios con una superficie de 2.461.708 hectáreas) se encuentra incluida en esta red europea de espacios naturales protegidos, y todos tenemos un papel que desempeñar para garantizar el éxito de la Red Natura 2000: las autoridades, los propietarios de los terrenos, las organizaciones de conservación de la naturaleza, los expertos, las comunidades locales y las personas a título individual.
Podría decirse que el viento europeo sopla a favor de la conservación, y sus importantes directrices emanan de las obligaciones impuestas por la normativa comunitaria, especialmente de las Directivas de Aves y Hábitats. Pero los objetivos de las Directivas europeas no pueden alcanzarse únicamente a través de medidas legislativas, por esa razón la Unión Europea se ha asegurado de que los estados miembros dispongan de importantes fondos para la financiación de la Red Natura 2000 a través de diversos instrumentos políticos de la Unión, como el Programa de Desarrollo Rural y el Fondo de Desarrollo Regional. En esta coyuntura sorprende (aunque no demasiado a estas alturas) que en el marco de las negociaciones de la Nueva Política Agrícola Comunitaria apenas se mencione desde el Ministerio ni desde la Comunidad de Castilla y León la Red Natura y su financiación, lo que parece indicativo de que no se le está dando la importancia que merece, si tenemos en cuenta que Invertir en Red Natura significa invertir en nuestro futuro. Es como si altos responsables de sectores estratégicos, como la agricultura, se estuvieran haciendo los remolones, mientras algún organismo de cuenca pretende alcanzar todavía aquel viejo sueño corporativo de “alicatar” hasta el último cauce (con los poquitos que quedan sin regular), cuyos valiosos bosques de ribera, atendiendo a su gran interés, han sido incluidos como Lugares de Importancia Comunitaria (LIC), sin asumir todavía que la irremediable afección a la integridad del lugar de este tipo de proyectos los hace inviables de partida.
Por buscar un ejemplo cercano, en Francia la gestión de los lugares natura 2000 mantiene un enfoque integrado que se enmarca en un panorama más amplio de desarrollo rural, y de hecho una proporción significativa del terreno de la red está siendo gestionado con ayuda de los esquemas de financiación agroambientales de la UE, lo que puede servirnos como ejemplo para políticas que no consiguen superar su pretensión productivista, casi atávica en el terruño castellano y leonés. Pero no nos engañemos, para conseguir un avance en esta dirección, como en Francia, políticos, agricultores, cazadores, conservacionistas y ciudadanos de a pie deberán ir de la mano. El resultado sería espectacular y podría conseguir un cambio en el paisaje de Castilla y León con medidas sencillas de implementar, como el respeto a las linderas, franjas periféricas de las parcelas con exclusión de pesticidas, y la regeneración natural de setos que frenan el viento, reducen la evapotranspiración y protegen los cultivos de plaga indeseadas al favorecer la presencia de controladores naturales (precisamente lo contrario de lo que están pidiendo los sindicatos agrarios ante el posible incremento de topillos), y daría un valor añadido al agro, en el que se han desplomado los precios, apuntalando las bases de un desarrollo moderno y duradero.