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Alfonso Balmori Martínez

Campo a través

La Iglesia se coloca por delante

La Iglesia se coloca por delante

Publicado en El Norte de Castilla el 23/11/2015 

Es una opinión bastante unánime que, desde la llegada del papa Francisco, se han producido grandes cambios en el seno de la iglesia, se han afrontado diversos problemas internos que arrastraba la propia institución, y también se ha evidenciado un compromiso decidido para encarar la solución de importantes cuestiones de carácter social, que permanecían enquistadas y han lastrado durante décadas la posibilidad del nacimiento de una sociedad más justa y solidaria.

Pero ha habido un avance muy significativo que ha pasado desapercibido para muchas personas, a pesar de su gran trascendencia. La segunda encíclica de Jorge Mario Bergoglio -el nombre secular del papá Francisco-Laudato si”, sobre el cuidado de la casa común, sienta las bases necesarias para una nueva relación de la especie humana con el planeta y con las demás especies que lo habitan, denuncia las responsabilidades del mundo desarrollado con los países más necesitados y, en definitiva, representa una auténtica revolución medioambiental y social: «…En san Francisco de Asís se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compro­miso con la sociedad y la paz interior».

Alude a la utilización abusiva de los recursos naturales: «Esta hermana clama por el daño que le pro­vocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus pro­pietarios y dominadores, autorizados a expoliarla». Y también a la destrucción de la biodiversidad y los delicados equilibrios naturales: «Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados». «…si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos».

La encíclica hace un guiño a las numerosas organizaciones sociales de carácter altruista, en algunas ocasiones denostadas por los poderes oficiales y los intereses creados: «Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo».

Realiza una excelente radiografía de la sociedad moderna: «Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas». «Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos».

Muestra la hipocresía de una sociedad que todo lo engulle como un barniz, pero que realmente no procura aprender de sus errores: «Al mismo tiempo, crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad. Como suele suceder en épocas de profundas crisis, que requieren decisiones valientes, tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es cierto. Si miramos la superficie, más allá de algunos signos visibles de contaminación y de degradación, parece que las cosas no fueran tan graves y que el planeta podría persistir por mucho tiempo en las actuales condiciones. Este comportamiento evasivo nos sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera».

Aproxima la tradición judeocristiana a las religiones orientales, cuyos seguidores han sido tradicionalmente más respetuosos con la naturaleza: «No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada» «…hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas». «Esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo…».

La iglesia ha tomado la delantera en su mensaje de compromiso para la conservación del planeta y en la lucha contra la desigualdad mundial. Esta nueva encíclica ha pillado a la sociedad, especialmente a la del primer mundo —adalid del crecimiento ilimitado—, y a numerosos creyentes que consideraban el respeto al medio ambiente como una cuestión menor, con el paso cambiado. Es esperable y deseable algún tipo de reacción que demuestre que la humanidad está lo suficientemente madura y preparada para asumir su valiosa y bien fundamentada exhortación.

Temas

Este blog versa especialmente sobre la conservación de la naturaleza.

Sobre el autor

Soy biólogo y me gusta escribir. Pertenezco al pequeño grupo de ingenuos que todavía piensa que el estado de las cosas puede cambiar mediante la transmisión del conocimiento, la educación y la cultura. He publicado artículos en El Norte de Castilla desde el siglo pasado, siendo colaborador asiduo del periódico entre 2005 y 2010.