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Alfonso Balmori Martínez

Campo a través

Demuestra de qué lado estás

Demuestra de qué lado estás

Publicado en El Norte de Castilla, el 28/1/2015

 

Desde hace unos meses, las vallas publicitarias exponen una campaña de una conocida ONG, con el contundente lema: «demuestra de qué lado estás», incitándonos a elegir entre una bala algo herrumbrosa, símbolo de la guerra y la destrucción, o a optar sabiamente por un medicamento encapsulado en su reluciente envoltura soluble. La parte inferior del anuncio anima al consabido envío de un mensaje “con la palabra pastilla”, y explica que la inestimable ayuda del viandante solidario asistirá a las víctimas de los conflictos bélicos en las regiones más asoladas del mundo.

Esta campaña nos enfrenta al dilema de tener que elegir entre una de las dos grandes industrias: la armamentista o la farmacéutica, ambas muy bien situadas en el ranking de las más poderosas (las que más dinero mueven) a nivel mundial, como oponiendo lo malo a lo bueno al viejo estilo maniqueo. Vaya por delante el reconocimiento al trabajo de dicha organización pero, como intentaremos explicar, en este caso puede parecer dudosa la oportunidad del cartel publicitario.

Existen numerosos indicios o evidencias de que la industria farmacéutica no es tan buena como parece (también cabe la posibilidad de que la armamentista no sea en todos los casos tan mala). El médico danés Peter Gøtzsche, que tiene más de 70 trabajos publicados en las principales revistas médicas afirma, sin paliativos, que la industria farmacéutica está corrompida hasta la médula y que utiliza a los médicos y a los políticos para mantener sus enormes beneficios, a costa de medicar innecesariamente a la población. Afirma también que el consumo de medicamentos con receta es la tercera causa de muerte, tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, y que dicha industria exagera los beneficios y oculta los daños de los medicamentos en la publicación de los ensayos clínicos, inmersa en un profundo conflicto de intereses. Gøtzsche sostiene que el soborno a algunos médicos es bastante común, y que las organizaciones de pacientes y médicos no deberían aceptar el dinero de la industria. El capitalismo y el cuidado de la salud son malos compañeros, ya que pueden producirse manipulaciones y trampas por razones comerciales.

El investigador Richard Smith, médico y exdirector del British Medical Journal, revista científica de gran prestigio, asegura que el cuerpo médico acabará cayendo en desgracia ante la opinión pública, igual que ha pasado con los políticos y los banqueros, por no haber sido capaces de ver hasta qué  punto han aceptado  la corrupción.

Por su parte, el psiquiatra Allen Frances, catedrático emérito de la Universidad de Durham y director de la penúltima edición del prestigioso manual de psiquiatría “DSM IV”, afirma que la industria farmacéutica está causando más muertes que los cárteles de la droga y que la inflación diagnóstica es común en la práctica médica. Pone el ejemplo de que las farmacéuticas están alentando a los médicos para que, tras la muerte de un ser querido, a las personas que pasan por una situación natural de duelo se les diagnostique depresión. Frances afirma que han conseguido que los médicos y los pacientes creamos que las drogas son la única solución a nuestros problemas, y están a la espera de encontrar cualquier nuevo trastorno para convertirlo en moda, como hicieron con el TDAH o con la depresión.

Marino Pérez Álvarez, catedrático de Psicopatología y Técnicas de Intervención de la Universidad de Oviedo, pone en evidencia con sólidos argumentos que el mencionado TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) está encadenando a miles de niños a ciertos medicamentos, para tratarse de una enfermedad inexistente. Marino Pérez, de la misma opinión que Allen Frances, explica cómo se ha construido artificialmente el diagnóstico del TDAH, sin la menor base biológica documentada y con un aumento de la prevalencia correlacionada temporalmente con la aparición de los fármacos estimulantes (derivados anfetamínicos), con los que suele medicarse a los niños supuestamente enfermos. Advierte además de los efectos adversos de dichos fármacos, administrados a la población infantil de forma indefinida, y opina que las asociaciones de padres afectados no deberían aceptar dinero de la industria.

En esta nueva sociedad, altamente medicalizada, parece como si se hubiera invertido la situación, haciendo que el estado natural y normal de las personas sea el de la enfermedad y no el de la salud. No parece admisible tomar partido por la guerra pero, posiblemente, tampoco sea aceptable tomarlo por la industria farmacéutica que mantiene “cautivo” a un elevado porcentaje de la población, sumida en tratamientos con dinero público o directamente del bolsillo de cada ciudadano (estatinas, antihipertensivos, acenocumarol…).

Todos recordamos aún la alarma de la gripe aviar, que consiguió asustar a muchas personas y obligó a gastar millones de euros a numerosos gobiernos, entre ellos el español, en supuestos medicamentos milagrosos. En este mundo tan complejo y enrevesado muchas veces resulta difícil saber de qué lado estamos cada uno de nosotros, pero es especialmente importante no olvidar, al  menos, el lado en el que deberíamos estar: el del respeto, la tolerancia, la justicia y especialmente en el de la verdad.

Temas

Este blog versa especialmente sobre la conservación de la naturaleza.

Sobre el autor

Soy biólogo y me gusta escribir. Pertenezco al pequeño grupo de ingenuos que todavía piensa que el estado de las cosas puede cambiar mediante la transmisión del conocimiento, la educación y la cultura. He publicado artículos en El Norte de Castilla desde el siglo pasado, siendo colaborador asiduo del periódico entre 2005 y 2010.