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Alfonso Balmori Martínez

Campo a través

Lucios versus cormoranes

 

Artículo publicado en El Norte de Castilla el 1 de abril de 2019

 

Hace unos días, el Norte de Castilla publicaba una secuencia de fotografías tomadas en el río Carrión, que mostraban la captura de un lucio por parte de dos cormoranes. La interpretación del secretario de la Federación Regional de Pesca sobre esa escena fue la que transcribo: «El río está lleno de cormoranes y si no se hace algo para echarlos, van a acabar con la pesca». Sin embargo, su trasfondo tiene bastante más enjundia, porque tras ella aflora el grave problema de la expansión de las especies exóticas invasoras, y la dificultad de gestionar y conservar el patrimonio natural en un contexto de conflicto provocado por la incursión de las especies silvestres en determinadas actividades humanas, desempeñadas en la naturaleza.

En primer lugar es importante conocer algo más a los protagonistas del reportaje. El “bueno”, como podríamos considerar al lucio devorado por el cormorán, fue introducido desde Francia a mitad del siglo pasado para la pesca deportiva. Es importante mencionar aquí que más de la tercera parte de las especies de peces presentes en los ríos de Castilla y León son exóticas y una buena porción de ellas se trajeron para ese fin. Se trata de especies  ̶ como el lucio ̶  de gran tamaño y voracidad, depredadoras de peces más pequeños. Bastantes de ellas se han dispersado hacia nuevas charcas y cursos fluviales, por las translocaciones ilegales, con la frecuente ayuda de pescadores. Muchos peces autóctonos se encuentran en regresión, mientras varios introducidos continúan su expansión a costa de aquellos y, entre las especies de gran valor que están amenazadas, se encuentran endemismos como la colmilleja del Alagón y la boga del Duero. Esta última se ido extinguiendo precisamente en los tramos de la Cuenca del Duero colonizados por el lucio.

La entrada de especies exóticas invasoras es la segunda amenaza más importante para la conservación de las especies.  Pero el impacto que pueden ocasionar no es solamente ecológico, sino que arrastra importantes consecuencias económicas (afección a la pesca, a las cosechas, sumidero indefinido de recursos y fondos públicos para su erradicación, problemas sanitarios etc.); y la más grave, que es la imposibilidad material de su control poblacional en aguas abiertas. De estas cuestiones saben mucho los pescadores del Delta del Ebro tras la reciente llegada del cangrejo azul, que se está llevando por delante el medio de vida tradicional de muchos marineros en el Mediterráneo.

Por su parte “el malo”, como a primera vista podríamos considerar al cormorán, es una especie presente de forma natural en nuestro país (no es introducida como el lucio). Las poblaciones invernantes de cormorán en el interior peninsular han aumentado de manera espectacular desde los años 80, coincidiendo con el auge de las poblaciones reproductoras en el continente europeo. El contingente castellano de reproductores es bastante pequeño, y casi todos los cormoranes que nos visitan en invierno proceden de los cuarteles europeos. Los cormoranes suelen ser gregarios, agrupándose en dormideros comunales sobre los  árboles de las riberas. Éste hecho, y el de ser una especie tan visible, provoca en los pescadores un sentimiento de temor por la idea de tener que compartir el valioso recurso de la pesca. Al haber sido constatado como un áspero origen de fricciones sociales en varios países, la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) colabora con la Comisión Europea en el proyecto “CorMan” (cormoranes y personas), que intenta compatibilizar los diferentes intereses encontrados.

Como posible solución al conflicto se ha planteado el control de la especie, pero el efecto real sobre una población invernante, muy móvil y errática, con contingentes fluctuantes y escasa querencia hacia dormideros concretos es previsible que sea dudosa. Además, la desaparición de ejemplares y su gran movilidad ocasiona la instalación de nuevos individuos rápidamente, como sucede con otros depredadores terrestres. Por otra parte, la abundancia de cormoranes invernantes depende de factores difíciles de controlar, ya que las áreas de cría se sitúan lejos, y los factores que inciden en ella presumiblemente son independientes del control de las poblaciones que pudiera realizarse aquí.

Obviamente el recurso “pesca” está sobreexplotado, pero no suele ser por las aves ictiófagas, ya que pueden intervenir otras cuestiones decisivas, como la abundancia de pescadores que acuden a algunos tramos del río (sobrepesca), especialmente en las zonas trucheras. En el descenso de la pesca actúan además otros importantes factores, como la degradación del hábitat, la calidad del agua y la conservación de la estructura natural de las riberas.

Como hemos visto, aunque a primera vista “el malo” podría parecer el cormorán, el verdaderamente problemático es el lucio. Una fotografía puede dar pie a muchas interpretaciones, y por eso es importante no quedarnos con una mera explicación sectorial, porque puede arrastrar sesgos. Recuerden las películas de aquellos indios tan malos que arrancaban la cabellera a los blancos, y cómo la verdadera historia nos mostró después que apenas un puñado de ellos sobreviven en reservas, mientras los bisontes, que eran su medio de vida, fueron casi exterminados.

 

Temas

Este blog versa especialmente sobre la conservación de la naturaleza.

Sobre el autor

Soy biólogo y me gusta escribir. Pertenezco al pequeño grupo de ingenuos que todavía piensa que el estado de las cosas puede cambiar mediante la transmisión del conocimiento, la educación y la cultura. He publicado artículos en El Norte de Castilla desde el siglo pasado, siendo colaborador asiduo del periódico entre 2005 y 2010.