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Alfonso Balmori Martínez

Campo a través

Diferentes

Artículo publicado en la edición digital del Norte de Castilla el sábado, 4 de abril de 2020

El tratamiento de las diferencias entre las mujeres y los hombres puede resultar controvertido, especialmente en sociedades como la nuestra, donde los papeles de género están en constante cambio, y porque a veces se han utilizado supuestas diferencias biológicas inmutables para justificar cierta desigualdad de oportunidades entre ambos sexos. Sin embargo, dejando a un lado la corrección política, hay una evidencia convincente de dimorfismo sexual en el cerebro, en la cognición y en el comportamiento de las personas dependiendo de su sexo.

Antes de empezar a describir estas diferencias, es importante explicar que el sexo se define por la condición orgánica de la mujer y el hombre, mientras que el género se basa en el papel socialmente determinado, que suele variar dependiendo de las diferentes culturas y también con las épocas. En el pasado, los investigadores sociales atribuyeron las diferencias cognitivas entre los hombres y las mujeres a la disparidad de sus experiencias vitales, pero actualmente sabemos que aparecen mucho antes de que se produzcan grandes discrepancias en la experiencia, surgiendo además en culturas alejadas, que difieren en las actividades de género adjudicadas socialmente a los hombres o las mujeres.

Los científicos han documentado una asombrosa variedad de diferencias estructurales, químicas y funcionales entre los cerebros masculino y femenino que comienzan temprano, durante el desarrollo, debido a una combinación de eventos genéticos, hormonales y ambientales y se modifican por la experiencia individual y los factores socioculturales. Nuestro cerebro es esencialmente como el de nuestros antepasados de hace 50.000 años y, al estudiar los diferentes papeles que los hombres y las mujeres han jugado en la historia evolutiva, es de esperar que esta especialización haya ejercido diferentes presiones selectivas, creando diferencias anatómicas sexuales también en el cerebro.

El cerebro fetal humano se desarrolla en el hombre por medio de la acción directa de la testosterona. Por su parte el estradiol, importante hormona femenina, tiene una función trascendental en la organización y el funcionamiento del cerebro de la mujer. En contra de lo que se pensaba, la preferencia en la elección de los juegos infantiles por cada sexo es el resultado, al menos parcialmente, de diferencias biológicas innatas, como se ha podido comprobar en investigaciones realizadas con monos.

Los cerebros de hombres y mujeres son anatómicamente diferentes. Los hombres tienen una amígdala y un hipocampo más grandes. Las dos regiones principales relacionadas con el habla, las áreas de Broca y de Wernicke, son significativamente mayores en las mujeres, así como el cuerpo calloso, un sistema neural que permite una mejor comunicación entre los dos hemisferios cerebrales. Los volúmenes de sustancia gris (compuesta por los cuerpos neuronales) vinculada al procesamiento de la información, y de la sustancia blanca (compuesta por fibras nerviosas recubiertas de vainas de mielina), que funciona transmitiendo la información, también varían en las diferentes partes del cerebro según el sexo.

En promedio, nuestra forma de ver el mundo es distinta: el hombre posee un cerebro más sistematizador, la mujer un cerebro más empático. La sistematización es la habilidad para analizar un sistema en términos de las reglas que lo rigen, con el fin de predecir su comportamiento. Empatizar es el impulso para reconocer los matices emocionales e identificar los estados mentales de los demás y responder a ellos con una emoción adecuada,

En la mayoría de las personas, el hemisferio izquierdo del cerebro es crítico para el habla y el hemisferio derecho lo es para ciertas funciones de percepción espacial. El cerebro masculino separa el lenguaje en el lado izquierdo, y las emociones en el derecho, mientras que las emociones femeninas radican en ambos hemisferios. También existen diferencias en el funcionamiento frente al estrés, siendo las mujeres más resistentes al estrés crónico, pero menos resistentes al estrés agudo que los hombres.

Las mujeres y los hombres difieren también en la forma en que resuelven los problemas intelectuales, que es independiente del nivel general de inteligencia. Las mujeres, en promedio, tienden a ser mejores que los hombres en la velocidad perceptiva, en la fluidez verbal y en la velocidad de la articulación. También los superan en el cálculo aritmético y en la recuperación de puntos de referencia de una ruta, en la expresividad artística y en la apreciación estética. Además, son más rápidas en ciertas tareas manuales de precisión. La aptitud en el desempeño de ciertas tareas por las mujeres fluctúa a lo largo del ciclo menstrual, dependiendo de los niveles de estrógenos en la sangre.

Los hombres, en promedio, desempeñan mejor que las mujeres ciertas tareas espaciales, las superan en las pruebas de razonamiento matemático y parecen aprender rutas más rápido, pero no pueden recordar puntos de referencia tan fácilmente como las mujeres, sino que confían preferentemente en señales espaciales, como la distancia y la dirección. La confirmación de estas diferencias cognitivas vinculadas al sexo se ha refrendado con el descubrimiento de que en los roedores sucede algo similar entre los sexos.

Definitivamente somos diferentes, las evidencias de que las diferencias orgánicas se corresponden con distintas aptitudes cognitivas, emocionales, sociales y relacionales son claras y no deben utilizarse para discriminar. Sin embargo, puede ser tan dañino el trato diferente, como pensar que somos iguales. En la pluralidad se encuentra la riqueza.

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Este blog versa especialmente sobre la conservación de la naturaleza.

Sobre el autor

Soy biólogo y me gusta escribir. Pertenezco al pequeño grupo de ingenuos que todavía piensa que el estado de las cosas puede cambiar mediante la transmisión del conocimiento, la educación y la cultura. He publicado artículos en El Norte de Castilla desde el siglo pasado, siendo colaborador asiduo del periódico entre 2005 y 2010.