Hay una persona, amiga muy amiga, que nunca desea le llame por Navidad.
Pero yo ilusa de mí cada año le digo lo mismo: te llamo.
No lo haré, es su deseo, y es mi deber no hacerlo para respetárselo.
Estamos a veces muy equivocados cuando creemos que en algunas fechas hay que estar con gente, que no acompañados, que por supuesto no es lo mismo.
Ella lo tiene claro.
La soledad que es deseada, o impuesta pero sin problemas para la persona que la vive, creo que no es tanta soledad.
Supongo que mejor eso, que la sonrisa que no desea tener, ni la frase construida solo por el día determinado.
Pero yo, que sí estaré acompañada porque me viene ya dado, pensaré en ella, la recordaré, pero sabré que no haciendo esa llamada, justo no haciéndola, ella mi amiga del alma me lo agradecerá.
Y para no hacerla infeliz no sonará su teléfono.
¿Cuántas personas pueden ser y sentir cómo mi amiga?
Muchas, creo que muchas, y esto es comprensible en un mundo en que no todo es apariencia afortunadamente y hay soledades que no quieren ser compartidas, y hay amistades que justo por eso las deseas lejos, en la certeza de que te entenderán sin dar explicaciones.
Saludos blogueros, que tengáis un feliz año venidero.