Estaba escuchando hace un momento una conocida canción que nombra esos zapatos de charol.
Al hilo de ello he empezado a pensar en la niñez ya lejana y en esas cosas que entonces eran tan importantes desde esa mente de niña.
Recuerdo que una de las cosas que más quería eran unos zapatos de charol, se los veía lucir a otras niñas y sentía envidia no sé si malsana, porque de los niños nunca entendí que pudieran ser malsanos, sólo cuando alguna sotana o algún hábito nos lo querían hacer creer y acudir al confesionario, raudos y veloces.
Eran los tiempos en que nos faltaba de casi todo, bastante que había para comer, así que recuerdo que los pedía a mi madre -siempre se pedía a las madres- esos zapatos y nunca llegaban.
Pero yo seguía esperando ese milagro cada vez que mi padre llegaba con el sueldo, o con alguna pequeña paga extraordinaria que se esperaba en casa como agua de Mayo para otras necesidades que por supuesto, yo no entendía, entonces.
Alguna vez lo decía, tímida, muy tímidamente, pero al final el deseo de los zapatos se fue esfumando casi al tiempo que mi niñez, pero aumentaba mi decepción porque creía que simplemente no escuchaban mis deseos.
Con el tiempo aprendí que eran muchas las cosas que deseaba y no podía tener ni yo ni mis hermanos, aprendí que había otras cosas más perentorias en aquellos tiempos difíciles donde se vivía al límite en unos años marcados por la necesidad de salir de la tierra que nos había visto nacer, empezar una nueva vida en una tierra hermosa pero desconocida para nosotros hasta entonces, pero que ahora es mi lugar del alma.
Y esa rebeldía, esa decepción poco a poco se fue transformando en fuerza y entendimiento, y al tiempo que crecía esos zapatos de charol se desvanecían de mis sueños imposibles.
Y se me ocurre pensar que ahora ya tienen todos los zapatos del mundo, si son de marca mejor, claro está, ahora es abrir la boca y prácticamente nada se les niega a los hijos, craso error porque quizá algún día de tanto tenerlo todo no les dé tiempo a aprender que, con todos los deseos cumplidos no queda lugar para la ilusión de lo que algún día quizá llegará.
Podemos vivir sin muchas cosas, antes y ahora, verdad verdadera.
Hoy han tocado recuerdos…
Saludos bloguer@s.