Hoy tempranito me han hecho una resonancia, menos mal que ha sido pronto porque de otra manera seguro que echo a correr si me llega a dar tiempo a pensar donde me iban a meter.
Después de meses esperándola, me ha entrado eso, que creo se llama miedo escénico, a entrar en ese tubo mágico que les dice a esas mentes pensantes llamados médicos, como estamos por dentro.
Por dentro no sé como estaré, pero por fuera aterrorizada, cuando he entrado en la sala y he visto ese túnel esperándome a puntito he estado de negarme a entrar allí, he tenido que hacer verdaderos esfuerzos para dejarme llevar con las instrucciones precisas e impersonales del sanitario.
Ya, imagino que pensareis que soy una exagerada, que no es para tanto, pues no, no lo es, pero cuando una es pelín claustrofóbica pues ni os cuento. Supongo el quiz de la cuestión está en mi mente que no admite verse encerrada.
Y ahora llego al título del post de hoy.
Te entregan una pera para que la pulses por si tienes problemas de algo, pero claro, no la he usado, de milagro, todo hay que decirlo, pero me he portado como una jabata, claustrofóbica, eso sí, pero jabata.
La repera es que pensé (eso me habían dicho) que si te pones de los nervios, te daban una pastillita para relajarte, vamos, un chute como una casa, pero de chute nada. No me lo han ofrecido y me ha entrado un ataque de vergüenza, ese del qué dirán si una mujer hecha y derecha pedía ayuda con una pastillita de nada.
Posiblemente no hubiera sido la primera ni la última, que por dentro está lanzando un SOS, pero además me daba la impresión por los rostros que por allí andaban no les iba a dar ni pizca de pena vamos, que pasaban de mis temores olímpicamente.
Si he conseguido que sonriáis con la película de la “pera”me doy por contenta.
Saludos blogueros.