Acabo de poner la calefacción, y me envuelve ese calor que mi cuerpo y mi alma necesitan.
Esto ha dado paso para hacer una pequeña reflexión sobre ese invierno que nos sobrecoge, que nos da menos horas de luz y más tristeza en líneas generales.
Tal parece que nos encogemos, nos hacemos como un ovillo creyendo así que el calor llegará.
Pero no llega. Ya, ya sé blogueros míos, llegará…
Es larga esta estación del año, muy larga y aquí en Castilla se me hace eterna, el clima más severo que de donde vengo hace que esté deseando que el sol caliente mi físico y mi corazón.
Quien me lo iba a decir cuando llegué a Valladolid, en los primeros veranos que pasé aquí cada día me levantaba con la ilusión de que las nubes ocultaran el sol. Supongo ese sol dañaba unos ojos acostumbrados a los días oscuros, a la niebla y al Chirimiri.
Eso hace que me pregunte ¿cuánto podemos cambiar, cómo podemos llegar a pedir lo que antes no queríamos ver ni de lejos?
Supongo que se llama adaptación al entorno. Ahora deseo el sol de Castilla, aunque a veces aplane, aunque a veces me tueste.
Así que aquí me tenéis, esperando que llegue al menos la primavera, porque el frío de Castilla me entumece, me agobia y me deja hecha unos zorros.
Bueno, hoy voy de quejica del tiempo, lo mismo llega el verano y los cuarenta grados me desarman y mi irritan…supongo son las contradicciones que tenemos los seres humanos, unos más que otros, yo debo ser de las de más. :)
No sé yo si estoy una miaja depre, pero habrá que levantarse a pesar del frío porque esta bloguera no se lo puede permitir , lo de estar deprimida quiero decir.
Saludos bloguer@s.