Hoy quiero dedicar mi charla a mis gatos, gato y gata.
Y quiero contaros esa historia que es más que posible importe más bien poco a la mayoría, pero a mi sí me importa.
En casa desde que mi hijo empezó a querer a los animales, hemos tenido animalitos, esto sucedió en cuantito tuvo uso de razón como se suele decir….pues eso, hemos tenido, tortugas, Hamster , periquitos … todos de alguna manera murieron de muerte natural con el consiguiente trauma de mi criatura.
Luego sigue ese deseo de tener un animal en casa, tuvimos una preciosa perra Cocker, tuvimos que sacrificarla, pocas veces he llorado tanto, mi hijo me daba ánimos y estaba peor que yo.
Luego tiré todo lo que tenía que ver con mi perra, mi querida perra…
Pasó un tiempo, alguien nos ofreció un gato de una finca, recién nacido, la “desgracia” fue que nos lo ofrecieron estando mi hijo delante, así que lo cogíamos, sí, o sí.
Ese siamés increíble, un buen día, entra en la habitación de mi hija, ventana abierta, un descuido, paloma en la ventana, caída libre de diez pisos… así sin paracaídas. El gato sobrevive quince días, al final sus órganos vitales fallaron, pero esos días estábamos todos en casa pendientes de su vida de gato, al que queríamos, no sufría por lo que nos decía el veterinario, por las pastillas que le dábamos, en fin…
Después de esto os podéis imaginar que para nada quería ya animales, pero voy un día a un centro comercial, veo a un siamés esquelético, en una jaula al lado de otros muy saludables, entro en la tienda y pregunto qué porqué ese gato está así, me dice la dependienta que los otros gatos no le dejan comer…¿¿¿???
El gato me miraba, o yo creía que me miraba, quien sabe, le dije a la moza, “yo me lo llevo”,un poema la cara de la dependienta.
Y me lo llevé, un saco de huesos, una mirada triste, pero aquí lo tengo tan feliz, tan felino, tan independiente, pero tan cercano.
Ni que decir tiene que puse mosquiteras en casa, porque el paracaídas no venía incluido en el lote felino.
La historia acaba cuando mi hijo al cabo de unos meses se encuentra a una gatita (lo de gatita lo supimos después), le ocupaba justo la palma de su mano, recién nacida, y me la sube a casa, estaba abandonada en las verjas del colegio de enfrente de casa. Esa misma noche el gato después del bufido correspondiente porque iba a ocupar su territorio, la arropó con él y ya no hubo más problema.
Y aquí está Cari, con dos preciosos gatos, castrados, ambos dos, y dándome mucho más de lo que yo les doy seguro, yo les proporciono comida, agua, su arena higiénica, y algún mimo cuando ellos quieren recibirlo, pero esos ojos de gato que veo en la noche brillar, esos ronroneos, y esa independencia unida al cariño que nos dan y demuestran más el que nosotros les damos, no es muy fácil de explicar.
Me resistía a escribir sobre esto, hace tiempo tenía guardado en documento lo que hoy público, pero aún pensando que os aburriré, no me he querido resistir a contar esta pequeña historia, cuyos protagonistas les tengo mirándome al lado del ordenador.
Y me esperan detrás de la puerta, con esa fidelidad que los humanos vemos como una rutina cuando alguien entra en casa.
Saludos blogueros, y perdón por la extensión de hoy, pero al menos para mí ha merecido la pena, los que tengáis animales seguro lo entendéis.