Nada que ver lo que hoy escribo con esta película italiana con el mismo título del 2001, que por cierto me impactó, no por conseguir la Palma de Oro en Cannes, sólo porque de alguna manera me dejó un sabor amargo, simplemente me ha venido a la mente y así lo he plasmado, porque esa habitación aún estando vacía, es la habitación del hijo.
Esa estancia donde deja correr sus sueños, donde la intimidad es imprescindible para quien la ocupa, el respeto de “llame antes de entrar” es agradecido por su ocupante.
Su habitación, su desorden, su ordenador, sus libros, su móvil, sus poster , sus cabreos, alegrías, sus estudios, esos silencios que pueden ser atronadores, Internet, sus amigos, su ocio, sus amores o desamores, todo eso que a veces ellos creen escapa a nuestro entendimiento, nada más lejos de la realidad. Entendemos, ya lo creo que sí, pero ¿para qué explicárselo? Seguro entienden en algún momento que la madre/el padre, intuimos todo.
Pero a poco que nos esforcemos nos veremos reflejados en lo que nosotros fuimos e hicimos.
Recuerdo que me gustaba estar sola en mi habitación, me aislaba un poco de lo que sucedía detrás de esa puerta a la que antiguamente nadie llamaba antes de entrar.
Mis ilusiones estaban en unos pocos metros cuadrados, allí escribía mis cartas, allí soñaba con mi “chico” allí escribía como lo hacíamos antes sobre unas cuartillas en blanco que yo llenaba con avidez. Esas letras sobre papel no tenían destinatarios como los tienen ahora gracias al blog, o a los e-mail, o cualquier red social, sólo escribía para plasmar lo que supongo sólo me importaba a mí y alguna amiga del alma, luego guardaba a cal y canto esos escritos, al cabo de un tiempo los hacía mil pedazos, sólo quedaban dentro de mí, ahí estaban a salvo.
Si trasladamos todo esto a esa habitación que ha quedado vacía, me parece lógico entender que detrás de esa puerta hay mucho más que una estancia con una cama.
Saber que esa habitación se quedará más pronto que tarde vacía, empaña nuestra vida, y queremos que esa ley de vida, se cumpla aunque haga que deseemos que el tiempo se detenga. Pero no lo hará, no se detendrá, nunca lo hace, sólo queda esperar que vuelvan a casa de vez en cuando, y que todo, aunque sea por unos días, vuelva a estar como antes en su habitación de hijo.
Lo que hoy publico llevo escrito en mis documentos y en mi corazón encogido hace mucho tiempo, pero ya llego el día de publicarlo porque ya está esa estancia vacía, ya me sequé las lágrimas, ya le di el abrazo aún sabiendo que volverá de vez en cuando pero el proceso es irreversible, lo fue con mi hija, y ahora ha tocado otra vez.
Otra vez se quedaran sólo en el recuerdo esos abrazos, esas miradas cómplices, esas discusiones… supongo ser padres significa decirles adiós en algún momento, dejarles volar porque deben hacerlo y tratar de tragar saliva, de deshacer ese nudo para no romper a llorar. Esto último no lo he conseguido.
Buenas noches blogueros.