Creo que todos tenemos ese lugar donde nos encontramos cómodos, esas personas que vemos todos los días y que formamos de alguna manera una piña social.

Para mi al menos, es bonito ver que nos saludamos cada día, en el súper, en la calle, en el portal de casa, en el bar donde tomamos el café o el vinito o vermout de turno.

Me gusta mi barrio, me gusta en general la gente que lo habita, aunque haya cosas y personas que no nos producen empatía, pero creo que en la balanza pesa más lo positivo.

Tengo amigos que viven en urbanizaciones cerradas, supongo tienen sus ventajas, pero me parecen un poco frías, aunque todos se conozcan y se encuentren en el “Club Social”, mi opinión al menos es que no existe tanta cercanía.

Vivir en un barrio abierto, sin colmenas que atenazan la vista y el ánimo es algo impagable, aunque supongo que estamos acostumbrados a vivir en bloques de cemento puro y duro, pero dentro de eso está al más y el menos, tengo la suerte de vivir en el menos y eso me reconforta.
Ahora ya los vecinos no entramos en las casas de otros vecinos como Pedro por su casa, como se hacía antiguamente, ahora cada uno en su casa, porque además es lo mejor, pero con los años de convivencia dentro de una misma comunidad vamos cogiendo ese punto de solidaridad con el vecino, con sus cosas, con algún problema que sale de la intimidad de su hogar y aprovechamos para dar ánimos que nunca vienen mal en los tiempos que corren en los que muchas personas tenemos problemas de toda índole.

Hablamos en ese viaje rápido del ascensor, unas veces del tiempo, esa conversación que nos saca de la frialdad del silencio, otras preguntamos por la familia respectiva, en fin, que es la comunicación que no debería faltar aunque sólo sea para saber que no vivimos solos ni en el mundo, ni en el barrio, ni en la comunidad de vecinos.

Espacios abiertos, árboles, jardines, son lujos que a veces no sabemos apreciar quizá porque no los miramos ni disfrutamos lo suficiente.

La construcción salvaje se llevó por delante muchos barrios donde lo normal es darse de bruces con la pared de enfrente en cuanto sales del portal, en ocasiones el hacinamiento es el pan nuestro de cada día, hablo del hacinamiento de bloques y bloques de casas sin darnos casi respiro, supongo es lo que había.

Pues eso, que hoy me dio por ser chica de barrio, porque lo soy, y así os lo he transmitido

Saludos blogueros