La magia que existe en escribir, sea por hobby o  o profesionalmente,  la satisfacción y también  el vértigo o miedo escénico que acompaña a cada página… la lupa con que nos miran nuestros posibles lectores.

Si ponemos la cara, -un nick en el caso que nos ocupa-, frente a quien esté abierto a leernos, en alguna ocasión nos la pueden partir  y las cicatrices a veces tardan en curar, o cierran en falso.

Tenemos que estar preparados para aceptar las críticas pero no siempre los estamos, aunque creamos lo contrario, haciendo la salvedad de que aceptar esas críticas no quiere decir que traguemos con el ataque personal.

Pero… ¿Quién nos juzga? Todo el que entra en nuestros comentarios, por curiosidad unas veces, quizá buscando respuestas otras, algunos queriendo verse reflejados, o simplemente con ganas de debatir, dentro del respeto. Ellos/vosotros  nos juzgáis y nosotros debemos aceptar el veredicto, nos guste o no, eso, o tiramos la toalla. Incluso los que pasan de largo del blog de turno por la razón que sea, ellos también hacen de jueces con su indiferencia.

Dicho lo anterior:

 Veo que las estadísticas de los blogs del Norte dicen que tengo en mi caso, 1000 post escritos, ¡cómo os compadezco amigos blogueros!  :-)

Supongo en esos post  he ido dejando debilidades, técnica o falta de ella,  ideología, una parte canalla,  un poco o mucho de humor,  esa parte sensible o “sensiblera” a veces, y ese ego que todos tenemos que dejo al análisis de cada uno de los que me habéis hecho el favor de compartir esos muchíiiiiiiimos post conmigo.

Lo que nunca he dejado seguro, es mala voluntad ni ofensas a nadie al menos a sabiendas de estar haciéndolo.

Arriesgarse a escribir –no hablo de los profesionales- es cómo subirse a un trapecio, puedes caer, pero sin red. Elegí en mi caso, arriesgar.

Sea como sea, agradecida a tod@s

Saludos blogueros.

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