La verdad siempre me pareció una tontería lo del cambio de hora, pero supongo que si lo siguen haciendo doctores tiene la iglesia.
La verdad es que eso de encender la luz a las 18,30 de la tarde da la impresión de que en breve nos vamos a la cama, y notamos los efectos cuando se nos baja el ánimo, dicen los expertos que en unos días se los pasa la sensación de cambio en nuestro cuerpo y mente, pues vale.
A los muy dormilones – no es mi caso – les ha venido de mimo, una horita más entre sábanas, a mí la mañana de ayer se me ha hizo eterna, que queréis que os diga y eso que me fui a dar un paseo a mi lugar favorito, el Cerro de las Contiendas.
Da la impresión con esas luces de la noche adelantada que nos va a faltar vida, que el sol nos abandonó, que nuestra mente cambia el chip.
Pero hora más, hora menos, la vida sigue girando, el mundo no se detiene, las alegrías, las tristezas, nada queda inmóvil como una estatua de sal, ni el reloj aunque nos muevan la hora al antojo de los que saben mucho por lo visto.
Ese cambio invernal significa más horas nocturnas, algo más de apagón en nuestras vidas aunque sólo sea de luz, o lo que sea lo que sintamos cada uno de nosotros.
Pues eso, amanecerá antes, y nosotros lo sentiremos, y por la tarde sólo veremos noche aunque la vida debería ser día pleno siempre.
Dejaremos que el reloj siga marcando las horas, alteradas, pero ahí están para vivirlas, sentirlas, compartirlas…con la gente que nos importa, y hasta a veces con el desconocido que nos dice ¡hola! Y miramos con sorpresa.
Saludos blogueros