Creo que aún estando en el ecuador de las fiestas de las fiestas, estamos a veces empachados.
Empachados, de comida, de bebida, de charlas, de juego de cartas, de hogar, dulce hogar.
Pero lo que ocurre en ocasiones es peor que lo acabo de nombrar, eso de tirarse los trastos a la cabeza entre los amantísimos hermanos, tíos, sobrinos, madres, hijos, y demás parentela. Armar el Belén es fácil parece ser.
Seguro que de eso la policía sabe mucho cuando acaba en una casa poniendo orden o llevándose a comisaria al energúmen@ de turno que no ha tenido mejor ocasión para sacar a relucir sus frustraciones, rencores, o lo que demonios tenga con el personal, que estas fechas.
Esta reflexión la hago porque casi todos los años se leen estas noticias, cuando se supone, sólo se supone, está claro, que debemos enseñar nuestra mejor sonrisa y nuestra mejor tolerancia, y en que too el mundo es gueno, o sea.
Suponga que la mejor aliada para que pasen estas cosas es “la copa de más” la que hace que la verborrea agresiva, imprudente, la que no sabe distinguir relacionarse con liarse a tortas o descalificaciones, hasta el extremo de que una noche de PAZ, se convierta en la noche de estrés y de tristeza.
Menos mal que también existe esas Navidad placentera, de conversación variada, de libertad para estar un poco triste, de cariño, de salir del ambiente un rato porque simplemente se quiere respirar el aire frío de la noche, eso no tiene precio.
Espero blogueros que la mayoría hayáis disfrutado como yo de la última parte que describo, porque estaría dentro de lo normal, de la libertad, y no de la intolerancia y la mala uva, porque las uvas llegarán en dos telediarios, pero mejor acompañadas de un poco de por favor.
Saludos bloguer@s