“no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”…

No, no lo digo yo, eso lo dijo supuestamente Jesús hace siglos como ya sabéis.

Pero hoy no voy de esto, que por cierto amenazo con hablar un día de ello, voy de la poca mano izquierda que tenemos con seres humanos que se sienten dolidos cuando no medimos nuestras palabras y dañamos al que en ese momento está muy pero que muy vulnerable.

A veces es difícil, tener que reciclar en el momento lo que vamos a decir para no hacer daño es casi imposible, pero puede hacerse si pensamos un poquito en que esa persona necesita justo lo contrario, ánimo esa palabra mágica en algunos momentos.

O sea, alguien te cuenta que se encuentra fatal, que tiene tal o cual problema y vas tú tan oreada y le dices: ¡oye! que conozco a alguien que se murió por esto, es un ejemplo un poco explícito, pero que ocurre, ya lo creo que ocurre, aunque no sea tan a lo bestia.

Esto viene a cuento de una situación algo anómala que estoy pasando, y ayer alguien por teléfono me dice, me cuenta, que ella conoce a alguien que lleva así cinco años. POS QUE BIEN, cielo, amor mío, me has alegrado el día.

¿Qué me estás contando? Pues eso, hundir en la miseria a una persona desanimada es lo más fácil del mundo si no somos un poco zurd@s.

Menos mal que aquí una servidora tiene más valor que Diego y procuré levantarme de mis cenizas, pero claro, aquí estoy para contároslo cual cotilla bloguera.

Saludos blogueros míos.