Ese lugar donde el protagonista no nos ve, pero donde vamos todos en algún momento de nuestra vida como visitantes.

Otro tiempo habrá para ser los protagonistas de esas visitas.

No sé si alguna vez he hablado en el blog sobre éste asunto, quizá sí, así que perdón si me repito, borré por error hace tiempo muchas charlas del blog así que si sale alguna “repe” espero seáis comprensivos.

Siempre he pensado que hay edades para cada situación de la vida.

Primero los bautizos, comuniones que parecen bodas, bodas que más o menos apetecen, y… tanatorios, que esos sí que ya no apetecen nada.

O bien porque forma parte de nuestra familia el suceso, o porque son compromisos con amigos que no puedes eludir por amistad o simplemente por cortesía.

Siempre que acudo a estos lugares me siento extraña, excepto claro está si me ha tocado de muy cerca (que por desgracia me ha tocado, y me tocará) extraña en el sentido de que no sé muy bien que hago allí, me diréis que acompañar a los amigos o conocidos, cierto, tenéis razón, pero como que no sé muy bien donde ubicar mis sentimientos.

Pienso lo mismo de los amigos o conocidos que vienen cuando me ha tocado de cerca, seguro que ell@s se sienten igual que yo… o sea, extraños.

Pero supongo que la cercanía de los amigos o gente que acude que casi ni conoce a esa persona inmóvil en un ataúd, es también importante, supongo o quiero suponer que la compañía en esos momentos es buena, es señal de solidaridad o cariño, para el/la que acaba de perder a un ser querido, hubiera estado anunciado o no. Luego vienen las palabras de consuelo que en realidad no consuelan, pero se agradecen.

Todo esto viene a que esta tarde me toca, me toca ver a una amiga a la que su madre ya abandonó, supongo era la hora, pero creo que nunca nos parece la hora, creo que nunca es justo dejar de ver a una persona nunca más.

Hoy tocó charla lúgubre, cómo lúgubre está éste nuestro mundo ahora mismo, lo que ocurre es que creo lo del mundo puede tener arreglo, lo del tanatorio, NO.

Buenas tardes blogueros