He estado viendo esta mañana en un reportaje las soledades de nuestros mayores, su vacío, sus miedos.
Y de paso he estado oyendo estos días el llamamiento de los Sindicatos a que el día de la huelga no se queden con sus nietos, supongo para favorecer el que los padres no acudan al trabajo, demasié.
Quiero pensar que el título que he puesto hoy en el blog con ese interrogante no sea afirmativa la respuesta, pero desgraciadamente a veces, lo es.
Veo a muchos abuelos cada día peleando con sus nietos, muchos, soy consciente de ello, lo hacen encantados e incluso les da un motivo más para vivir, aunque tengan que madrugar y dispongan de poco tiempo para ellos mismos.
Pero también veo algunos que no pueden con su alma, que ya no pueden correr detrás de unos niños que como niños que son, corren, cogen rabietas, y sólo quieren jugar muchas veces ante el agobio de esos abuelos que tiene esa responsabilidad.
Es verdad que es algo necesario al día de hoy, la pareja tiene que trabajar y no todo el mundo puede gastarse un dinero en coger una persona para cuidar a esos niños.
Por eso se me ocurre ¿Qué pasa después, cuando llegan esas soledades, sus vacíos y sus miedos?
No estoy yo muy segura de si habrá una correspondencia de generosidad por parte de esos hijos que confiaron los suyos a sus padres por tranquilidad y por necesidad.
No estoy segura de si cuando el abuelo de turno falle, por edad o por una enfermedad y debería ser el momento de decir, ahora te cuidaremos nosotros, es nuestro turno, esto será una realidad o si te visto no me acuerdo.
Incluso las residencias de personas mayores están llenas de abuelos que han paseado a los niños sin que después aparezcan esos padres de esos niños por allí más que de Pascuas a Ramos, a veces la excusa es que tiene Alzheimer, que no conocen a nadie, etc.
O cuando hay vacaciones a la vista, se los quitan de en medio ingresándoles por vía urgencia durante esos días, esto creo que lo sabemos todos.
Y ahora contemplando a mi madre aquí a mi lado dormitando en su sillón creo que de alguna manera estoy correspondiendo a esa ayuda que ella me prestó con mi hija hace tiempo.
Su cabeza perfectamente amueblada me enorgullece, pero también se dé su vulnerabilidad y esto creo no debo olvidarlo.
Son vulnerables, son nuestros padres, son abuelos que dan un amor infinito a nuestros hijos, ¿a cambio de qué?
Ellos nada piden, pero les debemos el que no caigan el esas soledades.
Saludos blogueros.