En un día como el de hoy, (con acontecimientos internacionales tan graves e inquietantes como el ataque de Corea del Norte a su vecina Del Sur, con la Bolsa tambaleándose ahora por culpa de los aleteos en Irlanda de la mariposa de la crisis y con la amenaza de un descenso de las temperaturas que nos deje tiritando) sorprende que uno de los vídeos más visitados y comentados (por lo menos en estas tierras castellanas y leonesas) sea el de un pueblo que desapareció hace ya 23 años. Las imágenes llevan colgadas desde hace más de un mes en YouTube, pero es ahora cuando los medios nos hemos puesto de acuerdo en aupar al reconocimiento de noticia un vídeo que fue grabado el 17 de julio de 1987.
El pie de foto reza: “Imágenes inéditas de la voladura de la torre de Riaño (León), último símbolo de una de las zonas más bonitas de España antes de ser inundada por las aguas para crear el pantano de Riaño”.
Y, efectivamente, lo que describe es lo que se ve. Ni más ni menos, ni menos ni más. Un minuto en la historia de un pueblo que luchó hasta el final por sobrevivir y que tuvo que resignarse a trasladar sus esperanzas piedra a piedra.
Ahora, Riaño ha logrado reinventarse y vivir del turismo y de la caza mientras observa día a día las aguas que anegaron su pasado.
Yo fui de niña varias veces (mi abuelo nació allí), pero no logró recordar nada antes de ese verano de 1987. Sin embargo, nunca olvidaré el día en el que mi abuelo nos llamó a mi hermana y a mí (yo tenía 12 años y Silvia, poco más de 8) y, con vehemencia, nos dijo: “Hoy vais a ver algo histórico”. Y hoy, cuando he visto el vídeo de la voladura de la torre, he revivido ese preciso momento, el día en el que desde el pequeño Ford Fiesta rojo de mi abuelo recorrimos Riaño por última vez. Un pueblo como muchos otros de la montaña, con sus casas de piedra y sus ventanas de madera; con sus fachadas blancas y grises, y sus tejados preparados para sufrir las inclemencias del tiempo… Pero las caras de sus gentes reflejaban la desesperación. Se trataba de un pueblo entero que hacía las maletas muy a su pesar. Habían luchado, se habían movilizados, muchos se atrincheraron en sus casas… pero no consiguieron el indulto. El día que yo visité Riaño, tenía los días contados. Sus vecinos recogían sus enseres, tristes, cabizbajos, destruidos… Las paredes estaban repletas de carteles y pintadas y en algunas casas se mantenían grandes pancartas con un rotundo ‘No al pantano’.
Sus esperanzas volaron por los aires, como la torre que dinamitan en el vídeo de Youtube, y mientras a algunos les parecía preciosa la devastación, otros se desgañitaban gritando un ‘Fuera, fuera’ que ha logrado milagrosamente sobrevivir y transformarse, con el tiempo, mucha determinación y una pizca de melancolía, en un ‘Riaño vive’.
(Aquí podéis ver una galería de fotos de la demolición de Riaño)