Eran otros tiempos, el fútbol español era millonario y las cláusulas de rescisión eran una medida disuasiva para evitar que jugadores de primer nivel se escapasen de los diferentes equipos. Por aquel entonces no había binomio Real Madrid-Barcelona, y prácticamente cualquiera podía poner un saco de billetes en la mesa de un despacho y arrebatarte a tu estrella. Hasta el punto de que se convirtió en absurdo, rozando el ridículo.
Para 1997 la cosa se había ido de las manos. Era una época pre-‘galáctica’, pero los contratos, las comisiones y los movimientos arrastraban tras de sí muchos ‘ceros’. Demasiados.
Vicente, Denilson y Francisco
Dos casos fueron paradigmáticos, uno por serio y el otro por histriónico. En el primer caso está Vicente, por entonces ‘Vicentín’. Era jugador del Levante, y pronto despuntaron sus habilidades. Tanto, que el Levante lo ‘protegió’ con un contrato por seis temporadas y una cláusula de…. ¡¡¡30.000 millones de pesetas!!! (180 millones de euros).
El agravante era que Vicente cobraría unos ‘pocos’ millones de pesetas, muy por debajo que las sumas millonarias que ya tenía en el horizonte y que finalmente acabaría por cobrar en el Valencia.
En el otro extremo, mirando de reojo y con sonrisas, se encontraba el Espanyol, que tenía ante sí la fácil renovación de Francisco, uno de sus símbolos en aquella época.
Llegó la hora de inscribir al futbolista, y con ello las carcajadas. El centrocampista, de 34 años, había renovado por otra temporada con una cláusula de ¡¡¡¡¡¡70.000 millones!!!!!!, por encima de los 65.000 que, con mucha seriedad, le había puesto Lopera a Denilson.
«Las cifras se están disparando. La cláusula de rescisión de Francisco es sólo testimonial. Sólo queremos ironizar sobre lo que está sucediendo en el fútbol. El fútbol se ha convertido en un cachondeo» expresaba el delegado ‘Perico’. No le faltaba razón.
Autor: Miguel Sesé (@miguelsese)
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