El estadounidense Greg Lemond arrancaba el Tour de Francia de 1990 como máximo favorito, después haber vencido en las ediciones de 1986 y 1989. Con 29 años recién cumplidos, quería seguir la estela de Louison Bobet y Philippe Thijs, quienes subieron tres veces a lo más alto de Paris.
Más allá de la carretera, los infortunios se cebaron con él. El 20 de abril de 1987, mientras cazaba con su familia, fue accidentalmente herido de bala en el pecho por su cuñado, lo que le impidió defender la corona no sólo ese año, sino también el siguiente. Volvió la campaña posterior para arrebatarle a Fignon la ronda gala en la última contrarreloj, que transcurrió por la capital parisina, por sólo 8 segundos, la menor diferencia hasta la fecha. Algo impensable cuando comenzó, porque su idea era acabar y no estaba entre los principales candidatos. La imagen que quedó grabado a los telespectadores fue el escupitajo que dedicó el francés a las cámaras.
Pero la historia de la que hablamos sucedió en 1990. Ahí sí partía principal aspirante a repetir el éxito, a diferencia del ejercicio anterior. Sin embargo, las cosas se empezaron a torcer cuando en una escapada, un grupo de cuatro corredores ‘liderado’ por un hasta entonces desconocido Claudio Chiapucci sacó varios minutos al pelotón. El italiano, especialista en la montaña, se puso de líder en la jornada 12.
Para su desgracia, el diseño de aquella ronda gala contaba con varias contrarreloj (tres individuales, una por equipos más la prólogo), terreno poco propicio para él. Lemond, un ciclista completo, jugó su baza durante la competición, ya que estuvo arriba cuando las rampas acechaban y sacaba diferencias cuando luchaban contra el crono.
No fue hasta la penúltima etapa cuando se vistió el maillot amarillo. O lo que es lo mismo, sólo se lució en París. Más curioso aún es que no pudo levantar los brazos en ninguno de los 21 días. Pese a ello, finalmente fue el mejor, llevándose a su casa el tercer (y su último) entorchado francés.
Por cierto, Chiapucci (que terminó en segundo lugar) tampoco se hizo con ninguna etapa. Quien sí fue besado por las azafatas fue el tercero, Erik Breukink, que se alzó dos contrarreloj.
Autor: Víctor Goded (@goded19)
Pincha aquí para leer la anterior entrega de ‘Cosas que habías olvidado del deporte’