En estos días previos a una nueva edición a la Vuelta un helicóptero fue protagonista durante la Vuelta a Burgos. Estaba tan cerca de los ciclistas que les tiró a la cuneta. Se quejó Purito de modo amargo, pero con su habitual simpatía, por las redes sociales.
El ciclismo es increíble!!K no hace aire??Viene el helicóptero y te mete cuneta!!
Han pasado casi 30 años, pero muchos no pueden olvidar la situación en la que un helicóptero fue realmente decisivo en una gran vuelta: el Giro de 1984. Hay que contextualizar lo sucedido: en los años ochenta los Giros estaban diseñados para que las figuras italianas de la época Franceso Moser – dos veces récord de hora en pista- o Giuseppe Saronni tuvieran opciones. Ambos eran grandes rodadores y especialistas contra el crono. Vicenzo Torriani optó por recorridos con muchos kilómetros llanos, varias cronos poca montaña que a veces incluso desaparecía.
En la 18ª etapa se canceló el paso por el mítico Stelvio (2.757 metros) debido al aviso de la agencia nacional de carreteras italianas: “Riesgo de nieve” e incluso posibles “avalanchas”. El recorrido alternativo tampoco pasaba por Aprica. No todos estaban de acuerdo con la protección a Moser: un diario local –molesto por la suspensión de la ascensión- publicó una fotografía que probaba que la carretera era transitable y Roberto Visentini atacó a la organización de una prueba que logró dos años después. “Este Giro es una farsa. Se ha decidido que Moser gane a cualquier precio. Siento nauseas”.
La última crono de Verona, con una llegada impresionante al coliseo, presentaba a Fignon de líder. Era una tarea complicada, pero parecía muy posible teniendo en cuenta que el ídolo local en la crono de Milan (de 38 kilómetros) había logrado un minuto de diferencia. “En circunstancias normales, si todas las etapas hubieran respetado un mínimo de reglas morales, esa crono final no habría tenido más que una importancia secundaria, las diferencias habrían mucho menores. Y habría ganado mi primer Giro de Italia de la forma más lógica del mundo”, recordaba Fignon en su autobiografía.
La última etapa tenía cuatro kilómetros más que la anterior CRI pero la diferencia era mayor: 1 minuto y 21 segundos. Y Fignon salía detrás, por lo tanto tendría la referencia clara. Moser se la jugó y optó por una bicicleta innovadora –de ruedas lenticulares de distintos diámetros y cuernos de cabra- que aparentemente fue clave para dejar a Fignon a 2´24´´ gracias a su ritmo de casi 51 km/h. Ganaba el Giro por 1’03”. Los tiffosi, esos que se turnaban para empujar a Moser en los puertos, no se lo podían creer.
Al entrar en meta, el director deportivo de Renault, Cyrille Guimard, estaba como poseído. “Es un robo”, bramaba. Fignon había gesticulado durante la crono, pero al llegar a meta confesó. El helicóptero de la RAI se había colocado entre los dos candidatos, propulsando al italiano y frenando al galo. “El piloto del helicóptero de la teelvisión, presa de su pasión devoradora por su trabajo sin duda, se divirtió filmándome tan de cerca que habría podido planchar mi dorsal con su aparato. Las turbulencias provocadas me enviaron bastante viento para ralentizar mi recorrido. Dos o tres veces, estuve al borde de la caída. Todo para que Moser pudiera ganar”.
Se desquitó un par de meses después, ganando su segundo Tour, por delante de Hinault. 12 meses después Fignon -que sufrió toda la campaña una lesión de rodilla- no repitió en Italia y por contra sí lo hizo el bretón, que peleaba contra Moser. En la última etapa, se reprodujo la situación: un francés líder en la última etapa, que era una crono. Un minuto y quince segundos de diferencia en la general. Hinault avisó: “Si veo un helicóptero, me bajo de la bicicleta y me retiro”.
Quizá por el riesgo a ser ridículo mundial, la picaresca no se repitió. Las imágenes sobre el francés eran traseras. Triunfo del Caimán, que también salió triunfal semanas después en París. Un doblete como el que no pudo conseguir Fignon, un año antes por culpa de un helicóptero.
Autor: Rodrigo Errasti (@RodriErrasti)
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