Se que bordeo las competencias de este blog haciendo el comentario de una película, pero como todavía me queda una cierta parcela en el tema allá voy.
Ponyo en el Acantilado, la última obra de arte de Miyazaki es una hora y media de viaje a la inocencia de la infancia. Acusada, por algunos, de ser la obra menos buena de ese niño de 68 años.
Con Ponyo en el Acantilado Miyazaki vuelve a la infancia con una historia pensada principalmente para los niños. El argumento es sencillo y los personajes protagonistas no pasan por enormes dificultades antes de llegar al desenlace. Sin embargo, la sencillez, no simplicidad, no implica que los adultos no puedan disfrutar de la película por al fin y al cabo, todos hemos sido niños.
Dentro del argumento limpio, ‘Ponyo en el acantilado‘ es como la Sirenita, pero sin tanto drama, sin tanto dolor y con un amor infantil e incondicional que salva a los personajes. Los personajes principales, Souske y Ponyo son dulces sin ser ñoños. Souske es educado, listo y tolerante. La niña lo único que te provoca es agarrarle el moflete y darle besos todo el día.
El trasfondo, si es que tiene alguno, es, ante todo, ecologista. O más bien pesimista, pero del pesimismo que nace del último rayo de esperanza. El peligro de que la mano del hombre termine por destruir el mar. Y ahí está el padre de Ponyo, el mago ‘malo’ para intentar salvarlo, aunque sea a costa de la humanidad, aunque cuando su hija se revela y quiere ser humana, sus planes de desbaratan. Y la madre, la diosa que aparece para solucionarlo todo junto con la madre de Souske. Y es que Miyazaki, ausente con su hijo como el padre de Souske, deja en manos de las mujeres el peso de la crianza de los hijos. Y que madres.
Llama la atención la indiferencia que muestran los personajes ante aspectos tales como que Souske encuentre un pez con cara, que aparezcan de repente peces gigantes en el mal o que la niña corra sobre las olas. Pero es que, a los ñiños no hace falta explicarles que la magia existe.
Si las películas de Miyazaki, en general, son cristalinas, delicadas, con la fragilidad que tienen los niños, y también con su crueldad. En el caso de ‘Ponyo en el Acantilado‘ los aspectos positivos son mucho más fuertes y los menos agradabes están atenuados.
Y aunque parezca mentira Ponyo en el acantilado es anime. Un anime alejado de lo que se entiende como tal. No hay sangre, no hay peleas. Sólo artesanía, fondos increíbles hechos a mano y un diseño de personajes suave y agradable, con rasgos redonditos. Color y luz en todos los sitios, algo más de hora y media de viaje a la infancia, para que todo el mundo pueda volver a ser un poco niño, o al menos, para recordar como se sentía cuando no había que explicar la magia.
– MEG –