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La inexpugnable aldea gala

«¡Están locos estos romanos!», repetía Obélix cada vez que las supuestas temibles tropas de Julio César intentaban asaltar la pequeña aldea gala, el único reducto que le quedaba a Roma por conquistar en tierras vecinas. Y algo así debe andar pensando Tony Parker y compañía de las otras selecciones que aspiran a arrebatarles en su propia casa el título europeo que tanto les costó ganar en Eslovenia hace dos años.
De hecho, el base de los Spurs ya ha prometido a sus compatriotas que el oro volverá a ser suyo y que Lille -escenario de las eliminatorias de octavos, cuartos, semis y de la final- no será conquistada por otra que no sea Francia.
Para ello, el equipo del gallo no cuenta con la pócima mágica que convertía en invencibles a Astérix y sus amigos, pero sí tiene a su disposición el músculo y el talento suficiente para renovar el único título europeo que adorna sus vitrinas.
No será fácil. Los franceses deberán romper con la maldición que ya alcanza los 22 años y que reza que ninguna selección local puede alzar el cetro continental ante los suyos. La última capaz de hacerlo fue, en 1993, la sorprendente Alemania de Welp, Harnich, Gnad, Koch o Rodl que dirigía el maestro Svetislav Pesic. Los pupilos de Vicent Collet están dispuestos a ser los siguientes en hacer saltar por los aires esta negativa leyenda.
Porque, en este Eurobasket con cuatro países como sedes -Alemania, Letonia, Croacia y Francia-, son sólo los galos los que se pueden sentir anfitriones plenamente ya que es el único equipo que no deberá abandonar sus tierras para alcanzar la final. ‘Les bleus’ disputan la fase previa en Montpellier pero será en el estadio Pierre Mauroy de Lille, con capacidad para 27.000 espectadores, donde sus aficionados se harán sentir para ahogar los gritos rivales.
Francia es la gran favorita al título. Le pese a quien le pese. Vigente campeona y bronce mundial, presenta una plantilla con muchas estrellas con un compromiso hacia su bandera fuera de toda duda. Pese a la esperada ausencia de Joakim Noah, la lesión de Diot, el descarte y posterior mosqueo de Heurtel, o la prohibición de disputar el torneo de los New Orleans Pelicans a Alexis Ajinça, el ‘roster’ galo es temible. Si en el cómic son Astérix y Obélix los encargados de encabezar a los irreductibles habitantes de su aldea, en este bloque galo son Parker y Boris Diaw los líderes naturales. Son Mowgli y Baloo, siempre juntos, siempre de la mano, tanto en San Antonio como en su país. Son dos astros del engaño. El base salta a la pista con su cara de ángel y pinta de niño bueno pero escruta constantemente al rival hasta encontrar sus debilidades y, entonces, le hace pagar por ellas. El ala-pívot, con sus aparentes andares cansinos y su sonrisa bonachona, muta de repente en cuanto el cronómetro empieza a restar segundos al partido. Comienza a correr de puntillas y a moverse con la agilidad de una bailarina mientras estudia con la inteligencia táctica de un ajedrecista dónde puede causar más daño con su cuerpo y su calidad.
El tercer mosquetero es Nicolas Batum. Poco apreciado por sus vecinos de la ÑBA por sus desencuentros con Navarro o Rudy Fernández, nadie en Francia ha mostrado más amor y lealtad por la Tricolor que el alero de los Charlotte Hornets en estos años. Atlético y polivalente, siempre es un problema para el contrario. Pero la pléyade de secundarios de lujo que brilla tanto o más que estas figuras asusta. En el exterior, Nando de Colo o Evan Fournier pueden tomar las riendas ofensivas de los suyos en cualquier momento, o el veterano Gelabale es capaz de sacar a pasear el inmenso potencial que ha mostrado con cuentagotas a lo largo de su irregular carrera. Por dentro, Joffrey Lauvergne y Rudy Gobert aportan centímetros, juventud, rebote y mates intimidatorios (sobre todo el pívot de los Jazz de Utah, con sus 2,13 metros de altura y sus 2,36 de envergadura). Y como comodín, cuando hay que bajar al barro para ganar las batallas, Collet siempre encuentra en el banquillo al respetado Florent Pietrus.
Con este arsenal, es normal que Parker se sienta poderoso y se vea como favorito al oro. Sin embargo, deberá tener en cuenta la lección de la pasada Copa del Mundo. En aquella ocasión, Francia, que había sido vapuleada en la primera fase por España, preparó a conciencia y con humildad el choque de cuartos de final ante los entonces anfitriones y derrotó a un equipo del que todos hablaban como único aspirante con posibilidades de derrotar a Estados Unidos. La Roja se veía superior a un vecino que no contaba con el director de juego de los Spurs, pero acabó cayendo en las trampas defensivas que le planteó el adversario y en la propia soberbia de hacer de menos a un contrincante capaz, solidario y unido por la misma causa. Como los romanos contra Astérix y sus paisanos. Pero Francia quiere aprender de los errores ajenos para seguir siendo como la aldea gala. Inexpugnable. Campeona.

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