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Una mafia

La familia… (Pronunciese con voz ronca, respiración lenta, costosa y con sonoridad cercana al ronquido). Concepto mafioso que implica la protección de todos los miembros del grupo, por muchos errores individuales que se cometan o por muy lejanos que estén algunos de sus componentes; la preocupación por los problemas de cada elemento de la manada; la defensa a ultranza como banda ante presencias ajenas y eventualidades diversas; incluso la potenciación de los puntos comunes como muestra de reafirmación de la propia identidad… E implica, además, el placer y la necesidad de celebrar y festejar, en comunidad (cuanto más grande, mejor) y de la forma más animada posible, los días señalados y los aniversarios.
Lo del 26 de diciembre en el polideportivo de Lobete fue un acto mafioso en verde y amarillo. Había un motivo más que justificado para reunir a la familia del BBR: el vigésimo aniversario del club. Y, en un día en el que se habían organizado una serie de actividades, partidos, encuentros y un final gastronómico (como me comentaba Justo Rodríguez -grandes fotos del evento las tuyas, fenómeno-, no hay celebración en La Rioja que no acabe como se merece, es decir, con un festival culinario), la familia respondió mejor incluso que lo esperado, tiñendo las gradas y la cancha del polideportivo logroñés de los colores tan característicos que siempre han acompañado al club.
Sólo con ese sentido mafioso se entiende que, desde las 9 de la mañana hasta las 23.00 horas de la noche, hubiera gente colaborando sin parar en que todo saliera perfecto; que los veteranos y veteranas agitaran durante varias semanas sus respectivos grupos de WhatsApp y quedaran para entrenar y así poder estar lo mejor posible para sus partidos (pese al interés y la emoción, hay que reconocer que ellas demostraron estar mejor -bastante mejor- que ellos); que algunos padres reclamen ya para el 25 aniversario su cuota de protagonismo sobre la cancha; que acudieran a la llamada desde muchos rincones de La Rioja y de fuera de nuestras fronteras regionales y que lo lamentaran con rabia y deseos de que se repita aquellos que no pudieron estar físicamente. Por ese sentido de familia y ese compromiso con los que tanto dieron a los que sólo eran uno críos, también pasó por Lobete Carlota Castrejana. No es que la presencia de nuestra más ilustre olímpica valga más que las de los cientos de personas que pasaron por Lobete, pero es el mejor ejemplo de que, cuando los lazos están bien atados, uno se organiza como puede para acompañar a los suyos en los momentos especiales. Hubo muchos más nombres. Miki, Mazo, Pitu, las Marimares, Chema, Lourdes, Paco, los Pajares, los Martínez-Íñiguez (no te preocupes, Luis, tus hermanos dejaron bien ¿alto? el buen nombre familiar), Nuria, las Marías, Fede (al otro le escondieron las zapatillas…), Gadafi, las Anas… Y muuuuuuchos más.

Niños, entrenadores, exjugadores, exdirectivos, padres, amigos. Todos juntos para festejar las dos décadas amando el baloncesto de un grupo de chalados (porque sin ese cierto punto de locura, las preocupaciones, el tiempo invertido y los incalculables esfuerzos desarrollados para que los más de 300 niños que componen el BBR vivan la pasión y la magia del baloncesto no tendrían sentido -maravillosa contradicción-) que llevan esto de la canasta en la sangre y que, no sé si por genética imposible o por cansina y aplastante insistencia, han contagiado ese amor por este deporte a sus hijos y a una buena parte de los pupilos que han pasado por su manos.
Y todos con las mejores galas. Algunos con esas camisetas verdes conmemorativas de tan señalada fecha, otros con los polos amarillos que se van a empezar a ver a menudo desde ya por los banquillos de las distintas canchas riojanas, y muchos estrenando los nuevos chándales (así se dice según la RAE) que van a identificar a los del BBR por las calles en los próximos tiempos.
Fue un día muy emotivo. De risas, abrazos, encuentros, descubrimientos, recuerdos, visitas, regalos, juegos, añoranzas, de presentaciones de las nuevas generaciones, de próximas quedadas, de reojos hacia muy atrás y miradas hacia más futuro. De agradecimientos a aquellos pocos que no hace falta nombrar porque saben quiénes son y casi sería una falta de respeto hacerlo, porque ellos son el BBR; esos que se inventaron hace unos meses este día; los que lo han hecho posible; los de los mil viajes para que los detalles funcionaran; los que perdieron el sueño para que estuviera cada cosa en su sitio y, a la vez, soñaban con una fiesta como la que fue; los que se volvieron locos para que todos tuvieran su parte de protagonismo y se sintieran importantes, para que todo fuera un éxito; los que acabaron exhaustos por el esfuerzo de algo que fue muy grande para una familia tan modesta como la del BBR pero que disfrutaron como enanos de un día que era el suyo pero que quisieron hacer de todos. Por los que estuvieron, por los que no pudieron estar y por los que faltaban pero que estarán siempre (impagable, por cierto, el vídeo final, repleto de fotos, fichas y de emotivos pedacitos de las vidas de muchos).
Maravilloso día en familia. La familia… Una mafia en verde y amarillo.

PD: No lo iba a hacer, porque sé que no les gusta ni lo ven necesario, pero a mí me enseñaron a ser agradecido, más todavía con aquellos que se lo merecen. Gracias a mi gruñón favorito, a mi jefa y al mayor de los cabezones que por el mundo caminan. ¡¡¡Sois muy grandes!!!

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